Recuerdo que hace casi cuarenta años, cuando nos reunimos a cenar los que formábamos en mi pequeña ciudad la peña cultural “El Rabí”, para celebrar el final de las fiestas populares, mi amigo Ángel Luis, como buen anfitrión, fue poniendo unos cartelitos encima de cada plato con el nombre de cada uno y una frase explicativa. A mí me tocó, como seminarista que era, el título: “cura en ciernes”.
Cuando pienso hoy en los seminaristas me viene a la mente, sin querer, la antigua canción de Loquillo y los Trogloditas, levemente amañada, claro está: “¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este?” Porque puestos a pensar en frío, así, lo más humanamente posible, ¿qué pintan estos jóvenes, en estos momentos, bastante de ellos con carreras civiles acabadas, en un seminario, para ser curas el día de mañana? ¿Es posible que intenten buscarse la vida desde una elección celibataria y con un escaso sueldo? ¿Podíamos pensar que son tipejos raros, sin muchas salidas laborales y con una cierta sangre de horchata?
Hace tres semanas recorrí en un solo día 370 kilómetros de nuestra diócesis para situarme en el mapa y hacerme con el paisaje. Estoy convencido que el paisaje conforma la vida y la psicología de las personas. El pueblo sencillo se hace de lenguas de sus sacerdotes: cómo visitan a su gente, parroquia tras parroquia, que a todos conocen por su nombre y se interesan por sus vidas, cómo ponen en cada conversación una palabra de aliento y una sonrisa en su rostro. Contemplan cómo les hablan de fe, de sacramentos, de misericordia, de entrega, de servicio, de perdón… y también de soledad. Y todo con una naturalidad arrolladora, sin dramatismos, ni falsa humildad, ni pretendidos heroísmos, sin buscar nada y dándolo todo. La sencillez, la claridad y la alegría son su Evangelio de cada día. Y esto se contagia.
Nuestros seminaristas saben mucho de todo esto y que no es fácil, si no sale de dentro del corazón, de la vivencia intensa de la fe y de la comunión eclesial. Prepararse durante seis años, más uno de pastoral, para escudriñar su propia vida, para conocer más a Dios, para acoger desinteresadamente al otro, para servir más y mejor… y ser un verdadero apóstol con los talentos que Dios les ha dado y no otros, no es nada fácil. ¡Estos chicos están locos! Saben siempre que son curas en ciernes, es decir, que este proyecto está comenzando, que tienen los ojos fijos en el horizonte, como verdaderos peregrinos. El discernimiento es lento, nadie les mete prisa, y debe ser profundo, porque la tarea es ardua y no pueden dar lo que no tienen y al que “interpreta”, el olfato de la gente sencilla y sabia, le descubre demasiado pronto en su papel.
Durante los años del seminario estudian, si, y mucho, pero también van con jóvenes de acampada, participan de la pastoral de las parroquias, hacen peregrinaciones, aprenden sirviendo a ancianos, enfermos o en misión. Durante estos años ponen toda su vida en una balanza, y sopesan los pros y los contras, y escuchan, preguntan y dialogan… y oran. Tienen que orar en profundidad para no hacer de su capa un sayo y no predicarse a ellos mismos, para afianzar una verdadera amistad con Aquel que tienen que anunciar ¡como la mejor oferta del mundo!, a tiempo y a destiempo, de día y de noche, en tiempos de soledad y de agitación, de guerra y de paz.
Desde hace un año, los obispos de Aragón, han diseñado la posibilidad de un Seminario Menor de todas las diócesis aragonesas, en Zaragoza. Este nuevo curso por fin se pondrá en marcha. Es un esfuerzo ilusionante donde todos debemos poner manos a la obra. Nuestros adolescentes desde la catequesis, nuestros jóvenes desde los distintos grupos, adultos que ya han recorrido un camino, se debían preguntar, nos debíamos de preguntar: ¿Dónde puedo servir más y mejor?
Es una gran dicha y una gracia, para todos nosotros, anunciaros que el sábado 13 de mayo a las 12:00, en Alcorisa, ordenaré de presbítero a Luis Fernando y el sábado 24 de junio, a las 12:00 en nuestra Catedral de Teruel ordenaré para el diaconado a Elkin y Karol. ¡Bendito sea Dios! Nuestra Iglesia de Teruel y Albarracín debe agolparse alrededor de estos muchachos y orar por ellos, y alentarlos.
Nuestros seminaristas, son jóvenes que han venido de lejanas tierras (¡gracias hermanos!) y al contrario que hace muchos años, son jóvenes con mucha vida y muchas experiencias, son personas que han viajado y estudiado, estudiantes que han contrastado la vida, muchachos que al fin de cuentas, saben de Quién se han fiado.
No tienen escapatoria.
¡Ánimo y Adelante!
+ Antonio Gómez Cantero
Obispo de Teruel y Albarracín