En Al ritmo de los acontecimientos

Cuando era pequeño, me chiflaban las películas de indios y de romanos. Pero cuando fui creciendo, cuando en la adolescencia te hacías más utópico, más rebelde, me olía a chamusquina que siempre tuvieran que ganar los mismos. Ahora me pregunto quién está detrás de tanto terrorismo que nos visita diariamente, quien detrás de tantas matanzas a diestro y siniestro, quien juega tanto a la guerra, la conocida de nuestros países del entorno y las calladas de tantos países que desconocemos porque no nos interesan para nada.

El famoso espagueti wester que alimentó nuestros juegos en los años de la infancia, ha cambiado los desiertos de Arizona por los de Medio Oriente. Y seguro que veremos campar de nuevo al séptimo de caballería, pero más sofisticado, porque los tiempos no corren en balde. Y, así, los nuevos generales custer ya están siendo carnaza mítica para los próximos estrenos cinematográficos.

Antes era la conquista de la tierra, esa tierra tan idílicamente asentada por los colonos, tan depravadamente masacrados por los indios, por otra parte, propietarios ancestrales de la tierra. Ahora también. Hoy hay batallas y bombas en los países islámicos, y atentados terroristas, reivindicados por el ISIS en los países europeos. Ahora mueren cristianos con sus iglesias abatidas o incendiadas en plena celebración. Y aquí degüellan a un sacerdote en un barrio al lado de París. Allí una persona-bomba masacra en un mercado a un montón de viandantes. Y aquí asesinan a gente arrastrada por un coche en Londres o un camión suicida en Francia.

Después del atentado a las Torres Gemelas hay que seguir alimentando el altar de la venganza, del ojo por ojo, de la justicia eterna, sin tener en cuenta los llamados daños colaterales, es decir, los sacrificios humanos, la muerte de los civiles que ni se lo guisan ni se lo comen. Y los rostros de horror y los cuerpos mutilados nos los servirán la agencia de noticias Alyazira, mientras que la CNN nos darán imágenes del reparto de alimentos, o de las colas de refugiados, como cuando Afganistán, o ahora en Siria.  Aunque últimamente ya nos dan la guerra en directo, así incruenta, como fuegos artificiales en una noche de verano.

Al final de tanta información no quedan más que preguntas sin resolver, y lo peor de todo es que nadie nos responde ¿El engranaje que mueve y sostiene el terrorismo es tan simple como nos lo presentan? ¿es la vuelta de las guerras de religión o son otra cosa? ¿Se ha solucionado el terrorismo alguna vez con una guerra? Y cada uno de nosotros, ¿qué responsabilidad tenemos en todo esto? ¿Podemos seguir viviendo en una eterna indolencia?

Quizás a todos, nos conviene recordar el salmo 33: “El Señor ama la justicia y el derecho y desbarata los planes de las naciones, pues no vence un rey por su gran ejército, ni se salva el soldado por su mucha fuerza…” Si nos ponemos tontos, pensando sólo en desplegar de nuestra superioridad y de nuestro armamento, quizás comience a repetirse ya la famosa historia sagrada del pequeño David y el gigante e invencible Goliat.

¡Ánimo y Adelante!

+ Antonio Gómez Cantero
Obispo de Teruel y Albarracín

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