Acabo de llegar de la JMJ y sobre mi mesa de trabajo veo que debo escribir el artículo para Manos Unidas. He recorrido durante 12 días, con una cincuentena de jóvenes, comunidades rurales de Costa Rica y Panamá. Hemos visto a mujeres increíbles que sacan la vida adelante sin medios, arañando la tierra o esperando a sus hombres que regresen de la caña de azúcar o en pequeñas barcas desde el mar. Hay días que es difícil conseguir la comida. Viven con lo esencial, lo que nosotros llamamos pobreza.
He hablado con ellas y, a pesar de las dificultades, están cargadas de esperanza. Nada se les pone por en medio. Los niños, a su alrededor, les mantiene vivas, en una creatividad desbordante, en una solidaridad fraterna.
Siempre hablan de comunidad, si se refieren a la parroquia dicen: nuestra comunidad. La pequeña capilla es el lugar del encuentro, de los diálogos, de las fiestas. Ente ellas se presentan como hermanas, al principio nuestra mente pensaba en que podían ser consagradas, pero rápidamente la realidad nos sacó del ensueño. Sus niños, sus vientres embarazados, sus vestidos, sus maneras de sujetarse el cabello,… eran mujeres llenas de dignidad. Cuando alguien entre ellas pasa necesidad todas se confabulan para que entre todas puedan salir adelante. Y lo cuentan, son pequeños actos heroicos, son rayos de esperanza en donde quizás nosotros no vemos soluciones posibles.
Ellas nos hablan de pequeñas historias, relatos cargados de vida, entrelazados como un tapiz con el esfuerzo y la creatividad de todas.
Nosotros que venimos de este mundo, en que nos sobra de todo, fuimos tocados en lo más profundo del corazón. La unidad compartía el sufrimiento y la necesidad, creando pequeños caminos de salida, horizontes de dignidad.
Eran personas profundamente creyentes, su trabajo y sus proyectos estaban en manos de Dios y hablaban de ello con naturalidad. Esta columna vertebral les permitía permanecer erguidas contra cualquier varapalo o contrariedad.
Los jóvenes, hijos de esta nuestra sociedad de saciados, abrieron los ojos huecos de ilusiones, de luchas, de esfuerzos, de austeridad, de confianza. Y encontramos nuestro corazón vacío ante tanta heroica dignidad.
¡Ánimo y adelante!