Paseaba con su perro de compañía por el parque más cercano a casa. Al perro lo conozco bien, pues fue mío y al acompañante del perro mucho más, pues es mi hermano. Trizas, que como habrás supuesto es el nombre del perro, no de mi hermano, es una especie de mezcla de pequeño terrier de yorkshire, por parte de madre, y de padre… vaya usted a saber qué sinvergüenza fue el que pasó un día por la puerta de Pinzas, la madre del susodicho, y sin preguntar siquiera, por esos amores locos y repentinos que tienen los perros, le dejó a la criatura, que de cachorrillo cayó en mis manos y pronto, por las circunstancias de la vida, pasó a las de mi hermano y mi cuñada.
Las personas que pasean perro, rápidamente hacen amistades entre ellas, mientras que sus perros falderos estiran las patas, entre otras cosas, por los parques a donde sus amas y amos (creo que estas palabras ya son políticamente incorrectas) les sacan a aliviarse un poco. Y hablan de ellos, de los perros, no de los dueños, como si de personas muy queridas se trataran, que sí que lo son, queridas no personas, ya que reciben de ellos mucho cariño y eso que los perros no eligen a sus dueños. Cuando le preguntan a mi hermano si el can es chico o chica, siempre responde: perro macho, (así es difícil hacer amistades de parque perruno).
Mi hermano, que es muy observador y a veces tira de la ironía, se da cuenta cómo algunos de los dueños no se juntan con cualquiera, porque piensan que su perro es de más pedigrí. Un día, una persona que era acompañada por un hermoso galgo afgano de estos que de espaldas y sentados parecen que poseen la melena de una hermosa chiquilla, (perdón por la comparación), le dijo con cierta displicencia: tu perro es un chucho, ¿verdad? A lo que mi hermano, con voz solemne y totalmente veraz, con esa elegancia que le caracteriza cuando le buscan las cosquillas, responde: Oh, no. Estás equivocado. Es de una raza casi en vías de desaparición, muy difícil de encontrar, y bastante cara, es un Pastor de Lanzós.
Desde entonces, dice, con una sonrisa en los labios, mi hermano, pues Trizas también sabe sonreír por mimetismo, cuando me encuentro con el acompañante del galgo afgano, me trata con una cierta complicidad, vamos, como quien sabe con quién se codea, de aristócrata a aristócrata. El día que se entere que Lanzós no es ni más ni menos que la aldea de mi esposa…
Las razas, las modas, las clasificaciones, nos separan y nos enfrentan. Si vemos llorar a una criatura porque no tiene las zapatillas de su amiguito, o a un adolescente porque la cazadora no es de marca, o a una persona jovencita revolverse porque quiere unos pantalones rotos y desgastados como si de un pobre se tratara… algo estamos haciendo mal. Nos han comido el coco. Y los adultos estamos metidos en esta misma espiral. Lo peor de todo esto, es que, aunque seas creyente, ni te preguntas ni disciernes. Somos parte del engranaje ¿No hay alternativas?
Un perro es un perro, unas zapatillas son unas zapatillas, una persona es una persona: del color que sea, de la religión que sea, del sexo que sea, de la cultura que sea, del partido que sea, de la capacidad económica que sea, … Si te desentiendes de los demás, ellos también se desentenderán mañana de ti. Como decía Jesús, con la vara que midas serás medido, y que poco pensamos en esto.
¡Ánimo y adelante!