No alcanza aún la treintena. Es el párroco de varios pueblos, de esa España vacía tan olvidada por todos, y ya ha copado los medios nacionales, regionales y provinciales, ya sea en los periódicos (impresos y digitales), las radios, los telediarios e incluso alguna tertulia. Una televisión nacional comenzaba la entradilla de su noticiario de las nueve con la captura del asesino de un concejal, con la detención de una mujer que realizaba tratamientos estéticos y había deformado irreversiblemente el rostro de varias pacientes, y el párroco que había sido llevado a la cárcel por reiteración delictiva contra la seguridad de tráfico en el plazo de ocho meses. Perfecto. Pero, ¿es casualidad que las personas de las dos primeras noticias aparecieran en pantalla con el rostro pixelado (irreconocible) y el cura no?
Nunca más que ahora se habla de la protección de datos y de la protección de la propia imagen, pero no se usa la misma vara de medir para todos, ¿por qué? La cantidad de medios que se han hecho eco de este asunto, incluso enviando reporteros el pueblo donde vivía, me hace pensar en el dicho: es noticia el avión que se cae, no los miles y miles que vuelan todos los días. Ojalá que ya nunca más sean las desgracias las que tengan que llevar a los reporteros a nuestros pueblos. Preguntad a los párrocos dedicados a sus pueblos cómo viven, que sueñan, que anhelan…
Recuerdo cuando era joven, cómo aquellas personas que se sentían intelectualmente más formadas criticaban a las que leían “El caso”, como si fuesen de menos capacidad intelectual, por el morbo que producía su lectura. “El caso”, para los más jóvenes, fue un semanario especializado en sucesos macabros y mortuorios, lleno de asesinatos y calamidades. Ahora cuando escuchas o ves los noticiarios parece que el cincuenta por ciento, o más, están hechos de este material y muchos programas de televisión están basados en el morbo que produce mirar por una rendija, y desde el anonimato, la vida más íntima de los demás.
Las personas de sus parroquias le defienden, a veces sí que le han visto triste, pero siempre cariñoso y cercano con todos. Los curas somos humanos, no somos perfectos, y tenemos fallos y pecados, como todos. Daba pena estos días ver los comentarios en las redes sociales sobre este tema. Cuanta agresividad cruel contra este hombre y de paso contra toda la Iglesia. Eso también es un buen barómetro para medir la densidad de humanidad (misericordia, ternura y perdón) que hay en nuestra sociedad. Ser justos con los hechos, o no estar de acuerdo con una institución, en las personas medianamente razonables se manifiesta con razones constructivas que nos mantengan en la convivencia y no con vómitos y visceralidades.
¿Alguien se ha preguntado por qué este cura rural ha llegado a esto? ¿Nos hemos preocupado por lo que vivía en su interior y con contundencia le hemos podido enfrentar a sus problemas? Quizás el respeto humano nos lo ha impedido. Mientras escribo esto, suena el Requiem de Karl Jenkins, canta el coro: Confutatis maledictis, flammis acribus addictis… Rechazados ya los malditos y entregados a las crueles llamas…
No sea así entre nosotros.
¡Ánimo y adelante!