En Carta desde la fe

 

“Henos aquí en un tiempo en que nunca sabremos si los hombres aman, esperan, trabajan y construyen, pero en el que se nos contará con todo detalle el día que un hombre muerda a un perro. Presiento que aquí está una de las claves de la amargura del hombre contemporáneo: sólo vemos el mal, sólo parece triunfar la estupidez”. Esta reflexión de José Luis Martín Descalzo parece más actual que nunca.

Así pues, nuestra mirada al mundo ha de ser lúcida, para no dejarnos engañar por las apariencias y percibir sus sombras y sus luces. No podemos ignorar las mentiras e injusticias que hacen sufrir a pueblos enteros, a muchas familias y personas concretas. Pero tampoco podemos negar que, hasta en la oscuridad más espesa, hay mucha gente desconocida ?“santos de la puerta de al lado”, les ha llamado el papa Francisco?, que, sin hacer ruido, iluminan, alivian y transforman las tragedias en oportunidades. No gritan, pero aman; no aparecen en la televisión ni en las redes sociales, pero sostienen el mundo. Por eso es tan necesario acercarse a la vida concreta y no quedarse con la visión simplista, polarizada e interesada de algunos medios de comunicación.

Nuestra fe cristiana nos anima, además, a mirar con ojos de fe, para descubrir la presencia de Dios en el mundo. Los seguidores de Jesús de Nazaret no sólo creemos que Dios existe, creemos que nos ama («Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho», afirma el Libro de la Sabiduría); creemos que ve lo que nos ocurre («He visto el sufrimiento de mi pueblo» dice a Moisés cuando lo envía a liberar al pueblo); creemos que se conmueve («El Señor es compasivo y misericordioso», repite tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento); creemos que está junto a nosotros («¿Dónde hay una nación que tenga unos dioses tan cercanos como nuestro Señor?», se pregunta el libro del Deuteronomio); creemos que Dios trabaja en nosotros y en favor de la humanidad, especialmente de quienes sufren («Mi Padre sigue trabajando y yo también trabajo… para que tengan vida abundante», afirma Jesús en el Evangelio de San Juan). Por tanto, decir que este mundo está dejado de la mano de Dios es una blasfemia o, al menos, una falta grave de fe.

No podemos dudar de la presencia y la acción de Dios en el corazón de tantas personas que se esfuerzan sin descanso por sus familias, por el bien común y, en definitiva, por hacer realidad en esta tierra el sueño de Dios. Los cristianos y cristianas de Teruel y Albarracín queremos acercarnos a nuestros vecinos y al mundo con esta mirada lúcida, contemplativa y amorosa. Solo así podremos cumplir la misión de hacer presente la ternura de Dios en la vida de cada día.

Recibid un saludo muy cordial en el Señor.

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