Normalmente, somos muy conscientes cuando alguien nos pone palos en las ruedas. Nos duele, nos frustra y en muchas ocasiones lo hacemos notar. Sin embargo, nos cuesta advertir que a veces somos nosotros mismos quienes nos ponemos obstáculos en nuestro propio camino, con pensamientos negativos, con dudas poco razonables y con una visión catastrófica de la realidad.
Es común que nos digamos a nosotros mismos frases como: “Soy un desastre”, “Nunca voy a cambiar”, “Lo voy a hacer mal de todas formas, así que para qué intentarlo”, o “No tengo suficiente talento y voluntad para tener éxito”. Estos mensajes actúan como barreras invisibles que nos impiden avanzar, que nos mantienen en la zona de confort, del miedo o de la inseguridad. Y así, sin darnos cuenta, nos detenemos antes de empezar.
Por otro lado, también tendemos a destacar las limitaciones y errores de quienes nos rodean. Comentamos: “Mi jefe no me valora”, “Es un intelectual sin experiencia”, “Hace muchas cosas buenas, pero algo buscará”, o “Me hacen la vida imposible”. En lugar de ver en los demás sus talentos y sus esfuerzos, nos concentramos en lo negativo, en lo que falta o en lo que podría mejorar. Esta actitud también nos limita, porque en vez de descubrir personas con la que trabajar y avanzar, vemos más bien enemigos o competidores.
A veces, también nos quejamos de las circunstancias externas: “Nuestra sociedad está en decadencia”, “La Iglesia ha perdido credibilidad”, “La gente no participa”, “Los jóvenes están desmotivados”. Es fácil caer en la trampa de pensar que todo conspira en nuestra contra, de que este tiempo no nos ofrece oportunidades para cumplir nuestros sueños. Y así nos podemos pasar la vida, esperando que llegue el momento perfecto para emprender un proyecto, para asumir un compromiso, para vivir de verdad, en definitiva.
Ojalá aprendamos a identificar los mensajes internos y externos que, aunque tengan su parte de verdad, nos sabotean. Ojalá nos decidamos a aprovechar cada instante, porque hoy Dios te llama a ti, hoy Dios nos da hermanas y hermanos de camino, hoy Dios quiere salvarte y salvar al mundo contigo. En este sentido, el papa Francisco afirmó: «Dios viene al encuentro de los hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones concretas en las cuales estos estén. También viene a nuestro encuentro. Es siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, a levantarnos del polvo de nuestros pecados; viene a extendernos la mano para hacernos levantar del abismo en el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos invita a acoger la consolante verdad del Evangelio y a caminar por los caminos del bien» (Ángelus del 31 de enero de 2016).
Recibid hoy un saludo muy cordial en el Señor.