El Santo Padre León XIV nos ha animado a proseguir nuestro compromiso en el camino sinodal, recordándonos que somos «una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes dialogando, siempre abierta, como esta plaza, para recibir con los brazos abiertos a todos aquellos que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, nuestro diálogo y nuestro amor». Con su aprobación, la Santa Sede ha publicado las “Pistas para la fase de implementación del Sínodo”.
El Documento Final subraya la responsabilidad de los pastores en este proceso, pues quien ejerce este ministerio «no recibe prerrogativas ni tareas que deba desempeñar en solitario, sino que recibe la gracia y la misión de reconocer, discernir y armonizar en unidad los dones que el Espíritu derrama sobre las personas y comunidades» (DF, n. 69). Por ello, en las semanas que aún compartiré con vosotros, deseo seguir alentando la rica y prolongada experiencia sinodal de nuestra Iglesia particular, de sus parroquias, comunidades religiosas y asociaciones laicales.
Aprovechando la pausa en muchas actividades que el verano trae consigo, quisiera animaros a dedicar tiempo para leer y rezar el Documento Final del Sínodo, tal como sugiere el texto de “Pistas para la fase de implementación”. El Documento Final expresa «el consenso alcanzado al final del discernimiento de los Pastores provenientes de todas las Iglesias y que, como parte del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro, compromete a todo el Pueblo de Dios». Nos propone un camino de conversión que «implica un proceso de profundización y purificación interior, al que, en el plano personal, seguirá un cambio de elecciones, comportamientos y estilos de vida». Esta conversión provocará transformaciones en nuestras estructuras eclesiales, no meros retoques superficiales, sino cambios auténticos, duraderos y eficaces. «Sin cambios concretos a corto plazo, la visión de una Iglesia sinodal no será creíble, y eso alejará a aquellos miembros del Pueblo de Dios que han hallado fuerza y esperanza en este camino» (DF, n. 94).
También me recuerdo y os recuerdo que la sinodalidad no toma vacaciones. Muchas parroquias, escasamente concurridas en invierno, ven crecer su comunidad de fieles. Este aumento nos brinda ocasiones valiosas para cultivar la sinodalidad, promoviendo encuentros formales y espontáneos, donde rezar juntos y tratar temas como la organización de las fiestas patronales, los retos pastorales y económicos, o la atención solidaria a quienes sufren. Incluso en parroquias de mayor tamaño, el verano permite generar espacios tranquilos para compartir experiencias y soñar juntos, sin la presión de la agenda habitual.
El camino sinodal, recorrido tanto en la Iglesia universal como en nuestra Diócesis, nos anima a mirar el futuro con confianza, «con esa esperanza que no defrauda, la única capaz de sostener el compromiso de avanzar, como Iglesia sinodal, en la misión que el Señor Jesús confió a sus discípulos».
Recibid un saludo muy cordial en el Señor.