Tan sólo hace unos días estaba Granada estallando en primaveras. Casi unos 650 jóvenes de todos los rincones de España se encontraban para convivir, compartir experiencias, reflexionar en grupos, orar y divertirse. Eran responsables de la Pastoral Juvenil de distintas diócesis, congregaciones y movimientos, convocados por el Departamento de Juventud de la Conferencia Episcopal Española.
La inquietud por los jóvenes en la Iglesia es cada día más preocupante, también en nuestras familias, colegios y parroquias. Todos los años celebran el Sacramento de la Confirmación un gran número de ellos que luego no volvemos a ver. Un sacerdote me comentaba la semana pasada: “…es que te ven por la calle y ni te dicen adiós, como si se avergonzaran”.
¿Qué hacer, cómo llegar a su corazón? nos preguntamos todos. Pero ¿les preguntamos a ellos? No sentirán nuestras comunidades, grupos y movimientos como un lugar de adoctrinamiento donde nadie les ha preguntado aún qué piensan, cómo lo harían ellos.
Justamente ahora que escribo estas palabras (y no es un recurso literario) me pone Miguel un wasap:
–“¿Cómo estás, Antonio?”
–“Pues mira, escribiendo sobre los jóvenes y la fe. Tú, que eres joven ¿qué dirías?”
Gracias Miguel, a partir de ahora trascribo todo lo que me has escrito: “¿Sabes cuál es el problema? Que los jóvenes, en general, vemos a los curas muy distantes. Para mi gusto vuestro trabajo tiene que ser cercanía, compañía y naturalidad a la hora de hablar de Dios y del amor que nos tenemos que tener unos a otros y a la creación. Y a nosotros, los jóvenes católicos, darnos la responsabilidad para tirar de nuestra sociedad. ¡Creed en nosotros! Cuando vemos que nos hacen responsables, de una gran tarea, es cuando más nos formamos y animamos, al ver que han confiado en nosotros no queremos fracasar. A mí me agota y desilusiona la división entre unos y otros, las sospechas entre los distintos curas y las diversas familias de cualquier signo. Todos creen que su manera de creer es la auténtica, o remamos todos a la vez o se hunde el barco. ¿Quién va a creer en nosotros con tanto inmovilismo y tantas parcelas? Para mí la mejor manera de hablar de Cristo es que nos vean felices y unidos. Mira cuando vine a la universidad, fuera ya de la parroquia, he ido buscando en distintos grupos, pero cada uno parece que pertenecen a una iglesia distinta, aunque hablen del mismo Señor, pero pueden los particularismos sobre la verdad. Cuando fui buscando dónde celebrar no veía naturalidad y si muchos mojigatos. Cuando busqué un grupo para ser acompañado siempre descubría protagonistas que marcaban su línea. Supongo que los primeros cristianos lo harían de manera diferente. Se les tenía que ver felices, porque sabían mostrar de qué agua habían bebido. Los jóvenes que nos sentimos Iglesia debemos romper con la imagen de ñoños y mojigatos que damos. Esa es una tarea pendiente. Además debemos estar en todos los sitios, pero (como tú nos dices) sabiendo para quien vendimiamos, no sea que por quedar bien perdamos el norte. Que alguien nos diga de verdad, de una manera creíble lo que he visto en el video del Papa Juan Pablo II a los jóvenes: No es desaniméis, no estáis solos, el Señor nunca dejará de acompañaros. Vosotros, los curas, debéis ser para nosotros el faro en buena tierra, y dejad que nosotros seamos el capitán entre las olas embravecidas.”
Gracias de nuevo, Miguel.
¡Ánimo y Adelante!
+ Antonio Gómez Cantero
Obispo de Teruel y Albarracín