En Al ritmo de los acontecimientos


Fui a comprar el periódico muy de mañana huyendo del calor sofocante de este mes de julio. Quería saber las noticias, y algún que otro comentario que me ayudase a comprender los últimos acontecimientos. En verano está todo más parado, incluso parece que mi quiosco de cabecera tiene menos volumen de papel, pero así que llega septiembre se le salen los coleccionables por las orejas. Vas a comprar el periódico y tienes que llevarte el carro de la compra. Porque muchos no leen ya el diario que les gusta, sino el que más cosas le da. Y eso que se trata de poco más de dos euros.

Pero es curioso que hoy día todos regalan algo a modo de anzuelo para que piques… que, si quieres hacerte un plan de pensiones, te regalan un juego de cazuelas y si haces un seguro, un maletín de cuchillos que me recuerda al tirador de los mismos en el circo. Que quieres ahorrar un dinero, …pues te dan una colección de toallas y si es más dinero, una cristalería, y si, es más, un DVD, y si… Verdaderamente los bancos más que pertenecer al gran mercado acaban por convertirse en mercadillos. Yo estoy esperando entrar en un centro comercial y por la compra de 6 botellas de vino te ofrezcan un 2% de interés. Esto no hay que lo entienda, ¡no somos serios! Pero tampoco protestamos.

Cuando leo el periódico, o recibo la propaganda en el buzón de mi casa, o veo la última rebaja en cualquier comercio, siento dentro de mi estómago la sensación de hambre y me digo, ¡es maravilloso!, ¡qué oportunidad!, ¡ciertamente no es nada caro!… y me entra una quemazón, una frenética necesidad de adquirirlo.

Así nos ha pasado con infinidad de cosas que acumulamos en casa. La colección de monedas de plata “x” del diario “y”; las maravillosas sartenes que no gastan aceite y no se pegan los huevos; las pequeñas piezas de porcelana china, auténticas copias de la dinastía Ming; la colección de los mejores obras de la literatura universal y de la música clásica, los DVD de las mejores películas del cine, o los numerosos libros del círculo de lectores que tenemos que apilar y que obligatoriamente teníamos que comprar al trimestre, si no engañábamos a un amigo para que lo comprara él.

En fin, que las monedas las tiene todo el mundo y no sirven ni para coleccionar, además la plata de  928 mg. se desgasta con la mirada de un paño. Por otra parte, los buenos huevos fritos han de nadar en aceite de oliva, aunque hoy sea dietéticamente incorrecto. Muchos, en su vida habían oído hablar de la dinastía Ming y cuando se han enterado que las vasijas originales medían un metro setenta, se les encoge el ombligo cuando contemplan las suyas de 12 centímetros. De la colección de literatura, qué os voy a decir, leemos libro y medio, uno que ya conocíamos de los años de juventud y otros que somos incapaces de llegar a la página 30, no sólo por su aburrida densidad, sino también por su diminuta letra, y encima las hojas huelen a paja recién trillada. Eso sí, hay una oferta buenísima de gafas en no sé qué óptica; que puedes comprar varias, para que hagan juego con el color de la ropa, porque si compras dos, la segunda te cuesta 1 €. ¿Y la música? Pues unas grabaciones malas y de orquestas desconocidas. Finalmente, los dichosos libros del círculo. Cada vez que me llegaba la revista me devanaba la sesera para pedir lo que yo quiero y no su oferta. Además de tener que amoldarme al gasto mínimo trimestral –que para eso firmé el contrato-, tengo que adivinar por el título o la foto de portada, de qué va una novela que ni sé que existía, ni maldita la falta que me hace.

Y, además, los coleccionables de los periódicos, que haces con una inusitada ansiedad y abandonas en el altillo de un armario. Y qué me dices de las maquinarias naturistas para hacer ejercicio o para los masajes en la planta del pie…, o el plumero antiestático y las bayetas que absorben el líquido sin que caiga ni gota…, El velocípedo para andar sin salir de casa o el artilugio de subir escaleras sin moverte del sitio, mientras atocinas el cerebro viendo el televisor…, todos ellos terminan en el trastero o debajo de la cama.  Esta ansiedad frenética alcanza ya el ridículo.

Es verano, y he vuelto a pasear…, a leer el periódico que me gusta…, a comprar el libro que me apetece… a coleccionar hojas y flores secas…, subo y bajo escaleras a placer, y frío unos huevos en la vieja y renegrida sartén de hierro…, he colocado en la estantería un sifón, y una chocolatera, y unas hierbas secas que elegí a la orilla de un camino…, y ya no me importa que caiga una gota o dos en el suelo, después de escurrir –no una bayeta- sino un trapo reciclado, es decir de la última camiseta interior, que estaba un poco desgastada… He vuelto a quedar con los amigos y charlar largo y tendido alrededor de un café o una cerveza. Intento ser más yo, y mi casa, más mi casa… porque cada cosa que tengo, cada cosa que hago, cada adorno que amontono, contienen algo de mí, o de las personas a las que quiero, contienen mis gustos, y rezuman más mi vida, además… ¡es mucho, pero que mucho, más barato!

Nosotros los seguidores de Jesús, el que no tenía donde reclinar la cabeza, debíamos de cuidarnos también en estas pequeñas cosas.

¡Feliz verano!

¡Ánimo y Adelante!

+ Antonio Gómez Cantero
Obispo de Teruel y Albarracín

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