La semana pasada Albarracín se llenó de caballetes, pinceles y paletas de color. Casi ochenta pintores de todos los lugares, incluso de Japón, merodearon por sus calles y plazuelas –hechizadas por el encanto de un cuento– intentado atrapar la luz para dejarla esparcida y perenne en cada uno de sus lienzos. Aquellos pintorescos rincones estaban impregnados de olor a óleo.
Eran las dos de la tarde cuando llegó el maestro. Después de comer, salió a visitar a los distintos grupos pictóricos. Teníais que ver las miradas y los rostros de aquellos pintores, y de sus profesores, ante aquel hombre de estatura media, con un perfil, casi como el de aquella antigua foto de Gaudí, inclinado un poco hacia adelante y con una mirada escrutadora, viva, sagaz, pero sobre todo humilde.
Escucha mientras te mira a los ojos, y responde con la sencillez de un sabio, reposado, cautivador, con una cuidada proporción entre la palabra, el gesto y la sonrisa. Sus movimientos son pausados, como si ya no hay otra cosa que hacer, manteniendo el presente ente los silencios, tan necesarios, y las palabras.
Su vida expresa la luz que captamos en sus cuadros. Antonio López, con la dignidad de un hombre trabajador de 81 años, con vocación de pintor, valorado y reconocido como uno de los mejores pintores españoles hiperrealistas, para muchos el mejor, nos capturó en un diálogo abierto y sincero, sin pretensiones de grandezas, con un realismo, que no puede ser de otra manera que humilde.
Humildad es pisar tierra [humus], la humillación es cuando te fuerzan a comértela. Los pintores del curso le mostraban sus cuadros, que sin prisas observaba dando la importancia que cada uno se merece. Y se interesaba haciendo preguntas. Pero en cada grupo acordaron hacerle una serie de preguntas. En sus respuestas estuvo la lección magistral, sus sencillas palabras hablaban de contemplación y profundidad, de recorrido y futuro, de envidias e incomprensiones, de trabajo y disciplina, de pasado y sobre todo de presente, este momento que amasamos entre nuestras manos.
Si no quiero dormir –nos dijo– no tengo más que leer las críticas negativas que me hacen, pero cada uno debe seguir su camino, apoyarse en los que te quieren, … como los santos que saben de quién se han fiado y llegan hasta final. Escuchándole pensé que las críticas insultantes, suelen ser fruto de las envidias –generadoras de odio–, porque nos son humildes, sino que buscan la humillación. Algunas pobres personas construyen su pedestal a base de los cadáveres que apilan bajo sus pies con la descalificación de los demás, con lo cual, viven en un continuo sufrimiento y desasosiego que les corroe.
Todos debemos tener la claridad realista de sus cuadros porque seremos capaces de captar la luz y no sólo las sombras. Aquel que habla bien de los demás se construye una casa segura y la paz habitará en su corazón, y cuando tenga alguna discrepancia en el estilo o la forma que la exprese desde una sosegada posición, con cariño y ternura, sin juzgar humillando, quién sabe nada de la vida verdadera de los demás.
Antonio López nos dio a todos los que allí estábamos una lección de vida. Cada una teníamos un recorrido, cada uno vivíamos nuestras propias convicciones, cada uno partía de una búsqueda o caminaba hacia una meta… pero este hombre, aparentemente frágil nos trasmitió seguridad en este peregrinaje a lo esencial. Gracias maestro.
¡Ánimo y Adelante!
+ Antonio Gómez Cantero
Obispo de Teruel y Albarracín