El cardenal Martini, de feliz memoria, dijo que la identidad de Europa estaba estrechamente ligada al cristianismo. Más tarde, también el Papa San Juan Pablo II, afirmó que la Iglesia “se ha implantado durante siglos en los pueblos que componen Europa”. Es verdad, que tampoco podemos olvidar la impronta de la cultura y religión judía e islámica. Ahora algunos, imbuidos solo de un espíritu laicista, dicen que nos dejemos de inventar historias y enorgullecernos de algo que no fue de la manera que lo explicamos, como el que quiere llevar el agua a su molino o barrer siempre para casa.
Pero, para empezar, existe una carta escrita en junio del año 799, del monje Alcuino de York a Carlomagno, artífices los dos de lo que luego sería Europa. Alcuino era un religioso, filósofo, teólogo, gramático, matemático, erudito y pedagogo. Nació en el año 735 en York, en la actual Gran Bretaña, bastión de la cultura en aquel tiempo, y falleció en el año 804 en la abadía de San Martín en Francia. En resumen, Alcuino pensaba que, para conquistar y unir a un pueblo, no se hacía por medio de la guerra y la imposición violenta, esto generaría más odio, sino por la fe y la cultura. Alcuino conoció a Carlomagno en Roma en el año 781, y así que el rey fue coronado como emperador, en Aquisgrán en el año 800, mandó llamar al monje para poner en marcha sus ideas.
Carlomagno, consciente de la necesidad de un discurso aglutinador para conducir en unidad a los pueblos y consciente también de sus limitaciones, se pone en manos de los monjes benedictinos para que se encarguen de llevar a cabo este ideal de “europeidad cristiana”. Así en los siglos IX, X, XI y hasta el siglo XII fueron sembrando estratégicamente monasterios por toda Europa. Eran verdaderos centros religiosos y culturales que enseñaban las letras, la agricultura, la medicina y alrededor de ellos fueron surgiendo nuevas ciudades. Se construyeron las imponentes catedrales e iglesias abaciales, románicas y góticas que hoy conocemos, se promovieron las ferias y los mercados, se instituyeron las universidades, que, en torno al latín como lengua vehicular, recuperaron el derecho romano, y se forjó un corpus de la filosofía aristotélica y la escolástica. Aquí se comenzó a gestar y fraguar nuestra cultura europea.
Además, como curiosidad, nuestra bandera europea de doce estrellas sobre fondo azul, diseñada en 1955 por Arsène Heitz, un pintor de Estrasburgo, y aprobada el 8 de diciembre de ese mismo año por el Consejo de Europa, está inspirada según declaraciones del autor en la revista “Lourdes magazine” en julio de 2004, en el pasaje del Libro del Apocalipsis, capítulo 12, donde “…una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas…” . Así como, también afirmó haber basado su diseño en la corona de doce estrellas sobre fondo azul de la Medalla Milagrosa, fundamentada en las visiones de Catherine Labouré en la iglesia parisina de la Rue du Bac.
Y por si nos faltase algo, el famoso himno de Eurovisión, es el preludio del “Te Deum” H146 en RE mayor, del compositor francés Marc-Antoine Charpentier (París, 1643 – 1704). Hay muchas raíces, más de las que parecen.
¡Ánimo y adelante!