En Al ritmo de los acontecimientos

Cuando los grandes almacenes, y esta sociedad moderna, comienzan a anunciar la navidad, los cristianos no hemos comenzado aún a preparar el Adviento. Pero a todos nos meten hasta los tuétanos el dichoso espíritu de la navidad. Más bien nos atragantan. Claro que al final esta frasecita forma parte del entramado comercial para vender más.

La primera Navidad es el único modelo que nosotros tenemos para reproducir. Y de ella sólo se enteraron los pastores que vigilaban en la noche, los pobres y marginados que esperaban un mundo mejor y aquellos sabios de oriente que, leyendo los signos de los tiempos, buscaron por muchos caminos el único portal que abre todas las puertas que hasta entonces permanecieron cerradas…

La Navidad celebra la venida de nuestro Salvador, que ha tomado carne de nuestra carne y que se ha hecho el último para que en Él quepamos todos.

La Navidad nos habla de personas que viven en la intemperie, como José y María, turbadas por el paso de Dios por sus vidas, y que se fían y confían en el que todo lo puede.

La Navidad nos empuja a buscar la Verdad, como los Sabios de Oriente, que supieron superar cualquier obstáculo por encima de cualquier apariencia de grandeza.

La Navidad nos habla de gente sencilla y humilde que como los pastores saben vivir en una vigilancia constante incluso en el silencio de la noche, solo así son capaces de escuchar el anuncio del ángel.

En cambio, nuestra navidad va tomando signos cada vez más paganos. El gasto desmesurado, la superficialidad de la fiesta, y las referencias de costumbres y símbolos que no tienen nada que ver con el nacimiento de Jesús, nos hacen vivir más lejos del verdadero espíritu navideño.

Por qué, al menos nosotros los cristianos, no pensamos en celebrar una Navidad de otra manera… podríamos hacer una navidad sin tantos artilugios, sin salidas de tono, sin crear tantas diferencias con los que tienen menos… una navidad celebrada en la fe, una navidad más entrañable, más sencilla, más evangélica.

No podía ser de otra manera, el Señor entra en la tierra como un susurro, como un niño débil e indefenso… Hermanas, hermanos, dejemos que el Dios-con-nosotros nos alcance y entre sigilosamente en nuestros corazones y nos haga vivir el gozo de la ternura y el perdón.

Quien acoge a un niño como este a mí me acoge.

¡Felices Pascuas del Nacimiento del Señor!

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