En Al ritmo de los acontecimientos

¡Feliz año nuevo! Gritamos con la boca llena. Pero al fin de cuentas casi lo único que cambia son los dígitos del calendario. Nosotros, lo que se dice cambiar, nada o casi nada. No lo hacemos en Cuaresma, menos ahora que hay más para disfrutar.

No quiero ser pájaro de mal agüero, ni profeta de desgracias, que es lo que se dice ahora de las personas que son críticas o hacen lecturas distintas de la realidad. Hoy el esfuerzo por profundizar no se lleva casi nada, porque nos estamos metiendo en una sociedad uniformada en casi todo, un poco muerma y cansina, y sin muchos proyectos de futuro, evidentemente tampoco de presente. ¡Feliz año nuevo!

Yo pienso que, de la uniformidad, los eslogan, máximas y titulares no nace nada nuevo, ¡y es casi de lo que vivimos hoy en día!

Lo nuevo es ruptura que no apuntalamiento, corrientes que no aguas estancadas, capacidad de perdón que no ojo por ojo, renovación que no maquillaje, pensamiento que no consignas copiadas hasta la saciedad. Lo nuevo es Espíritu, fuego ardiente, ave libre y mensajera, cadenas rotas, viento impetuoso, creación nueva…

Esto es del Evangelio, pero somos tan prudentes, inseguros o vagos, que ya nos encargamos de mirar la Palabra con otros lentes que no nos desestabilicen demasiado, que justifiquen nuestro estilo de vida y que se amolde a nuestro pensamiento globalizado. ¡Feliz año nuevo!

En nuestro interior más profundo seguimos siendo casi paganos, y de la misma manera que hacen las terceras generaciones con sus santos fundadores dulcificamos y limamos las asperezas que nos traían la renovación y la novedad. ¡Feliz año nuevo! Pero decimos: ¡Eran demasiado utópicos! ¡Eran otros tiempos! Y ahora se han quedado en agua de borrajas, en caricatura de lo que fueron, en uno más del montón que no dicen nada nuevo. Si conocéis a alguno repasad en vuestra mente un poco.  Para muestra un botón. Un ejemplo típico de lo que digo es san Antonio de Padua, que medía poco más de metro y medio y era gordito (sufría hidropesía) –¡vean, vean las imágenes que hemos hecho de él! Por cierto, que es la imagen más representada después de Jesucristo y la Virgen, – Lo más parecido con la realidad sería cualquier pintura de Botero.  ¡Feliz año Nuevo!

Pero eso no es lo grave, lo grave es que un gran teólogo como él, luchador y nada conformista, se ha quedado para buscar novios, o encontrar la última llave, o sortija que perdimos no se dónde (eso sí con un ridículo chantaje de por medio). Y el revolucionario san Antonio Abad, que rompió con la sociedad establecida como una manera de vivir a fondo el Evangelio, ¡el pobre! se ha quedado como patrón de animales yupis, en lugar de ser el santo de los seguidores radicales de Cristo.  ¡Feliz año nuevo! Pues así, al transcurrir el tiempo hemos hecho con todos los que de una manera u otra nos han metido el dedo en la llaga. Todo lo que tenían de ¡fuego sobre la tierra! ha quedado en cenizas para abonar lindas flores. ¡Feliz año nuevo! Pero qué queréis que os diga, casi me estoy arrepintiendo de escribir estas líneas porque al fin y al cabo es mejor hablar de política.

¡Ánimo y adelante!

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