En Al ritmo de los acontecimientos

No voy a hablar de problemas entre hermanos por cuestión de unas parcelas, casas o dineros. En estos casos todos nos sentimos ofendidos como el hijo mayor de la parábola del Padre bueno y los dos hijos, mal llamada, Parábola del hijo prodigo. Bueno o quizás sí.

Ayer terminaron los 8 días de Oración por la Unidad de los Cristianos. Supongo que en vuestras comunidades parroquiales os habéis hecho eco de este acontecimiento, que termina con la conversión de San Pablo, el 25 de enero. Está claro que estamos hablando de un camino de conversión. Y no es nada fácil. Como muestra un botón, cada cinco siglos ha habido una gran ruptura en el seno de nuestra Iglesia

Por ejemplo, en el siglo V, las disputas cristológicas entre las escuelas de Antioquía (aristotélica) que rechaza el Concilio de Éfeso (año 431) y la de Alejandría (platónica) que rechaza el Concilio de Calcedonia (año 451). Se separan los egipcios, sirios y armenios. Aunque externamente aparece como antes, pero en su seno interno falta la unión en la fe.

En el siglo XI el Cisma de Oriente. El conflicto con el patriarca de Constantinopla (año 1054) Miguel Cerulario hizo que se produjera la ruptura de la Iglesia de Bizancio con la de Roma. Con esto la Iglesia queda atomizada y empobrecida, con la división se acentuó el alejamiento, aislamiento, autosuficiencia… considerándose cada una como la iglesia verdadera.

En el siglo XVI la Reforma Protestante. Se produjo en el año 1517, cuando el monje agustino alemán, Martín Lutero, colocó sus 95 tesis en la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg, en Alemania, rechazando la doctrina de las indulgencias, atacando la autoridad del Papa, y otros puntos doctrinales fundamentales.

Por entonces, surge la división también en Inglaterra. El rey Enrique VIII, que quería la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón (hija de los reyes católicos), el Papa (Clemente VII) no se la concedió, y por esto decidió erigirse como cabeza de la Iglesia de Inglaterra (1532) (iglesia anglicana), por lo cual fue excomulgado. De esta división surgen: los metodistas (1739 John Wesley en Inglaterra), los baptistas (1609 John Smyth y Thomas Helwys en Holanda e Inglaterra) la iglesia episcopaliana (EE.UU.1789), etc.

Porfiadores de cada una de las Iglesias echaban la culpa a las otras de las rupturas y las diferentes jerarquías se excomulgaban unas a otras. Luego nacerían rencores y más tarde se irían alejando, llegando a desconocerse. Los otros, eran «herejes», «cismáticos» y corruptores del verdadero Evangelio, nosotros éramos los verdaderos fieles

Y mientras tanto, el Pueblo de Dios, asistía a esta historia de la confusión sin comprender nada. Y muchas veces surge la pregunta: ¿y por qué no podemos estar juntos si todos somos hijos de un mismo Padre y estamos redimidos por nuestro hermano mayor, Cristo? Pero durante siglos hemos seguido manteniendo: polémicas, guerras de religión, insultos, excomuniones mutuas, intolerancias… La lista sería interminable y el espectáculo ridículo. Y lamentablemente, cuando San Juan Pablo II o el Papa Francisco hacen esfuerzos de acercamiento, siempre hay voces críticas dentro de la misma Iglesia.  Quizás no sean suficientes 8 días de oración al año

¡Ánimo y adelante!

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