En Al ritmo de los acontecimientos

En sillas de ruedas, sobre camillas, apoyados en un bastón o del brazo de otra persona, con la cabeza bien alta, o simplemente pensativos en sus propias preocupaciones… los niños y adolescentes miran con asombro y cierta fascinación. Una multitud, de muchas naciones, fluye hacia una gruta, en las orillas de un río. Les mueve la fe, la esperanza o la caridad. En muchos casos las tres. Allí les espera una imagen blanca de una señora, con dos rosas doradas en sus pies, que todos identificamos con María, la Inmaculada, según sus palabras.

El día 11 de febrero, a las 19:00 horas, la diócesis de Teruel y Albarracín, presenta la Hospitalidad de Lourdes, en el claustro del obispado. Es el día de la Jornada Mundial del Enfermo.

Los enfermos, las personas que viven en soledad, son los descartados de esta sociedad, en algunos casos, en palabras del Papa, también pueden ser las periferias de nuestras vidas seguras y sin mayores problemas. Nos preguntamos siempre sobre si nuestra forma de vivir es digna, y los católicos debemos responder a si son dignas también las vidas de los demás, los cercanos y los lejanos.

Cuando tenemos o vivimos cerca una enfermedad seria parece que se nos desmoronan los andamiajes de nuestra existencia.  Cuando se vive la soledad o una enfermedad crónica, parece que estamos residiendo en una casa agrietada con peligro de derrumbe. Es ahí donde tenemos que dar esperanza y viabilidad a poder vivir de otra manera. Y ahí estamos nosotros, cada uno en particular y la comunidad cristiana en general, con la llamada de nuestra fe y el arrojo de nuestra caridad, el amor de Dios, que siempre es compartido.

La virtud de la hospitalidad nace de las entrañas del mismo Dios, que se hizo peregrino entre nosotros y no tenía ni donde reclinar la cabeza. Y los suyos no lo recibieron, apostilla el prólogo de san Juan. Hospitalidad es acogida. Jesús fue un peregrino desde el vientre materno, también fue un exiliado. Y como resucitado, también peregrina con los discípulos de Emaús, y les prepara el corazón, y ellos son hospitalarios con él, invitándole a su casa a cenar. Si no le hubiesen acogido, Jesús pasaría de largo y no le hubieran descubierto resucitado. En la acogida, en la hospitalidad, descubrimos el rostro de Dios o de sus mensajeros, como Abrahán, en el encinar de Mambré.

Lourdes, y su historia, tienen mucho de Evangelio: el agua, la tierra, la fuente, el río, la montaña, la pradera, el Camino de la Cruz, la Tienda del Encuentro, las palabras de Nuestra Señora, pero sobre todo la hospitalidad y los enfermos. Enfermos físicos, psíquicos y espirituales, allí cabemos todos. Porque los voluntarios que acompañamos a los enfermos o ancianos, también tenemos necesidad de sanarnos, de refrescar nuestra fe en las aguas que brotan de la gruta de Massabielle (Rocas Viejas).

Preparamos la peregrinación a Lourdes del 8 al 11 de agosto y a partir de este año nos esperarán siempre en las mismas fechas. Invito a los sacerdotes que acompañen también a las personas de sus comunidades. A las personas que deseen ser voluntarios para ayudar en la acogida y el acompañamiento, a los jóvenes que deseen ser “custodios” de las necesidades de las personas enfermas y mayores. Todos, este año, con la Hospitalidad de Lourdes, comenzaremos una gran aventura de fe, esperanza y caridad.

¡Ánimo y adelante!

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