Para preparar esta carta, que corresponde a la jornada del Domund, pedí información a la responsable de Misiones de la Diócesis acerca de las misioneras y misioneros de Teruel y Albarracín. Estaba seguro que no serían pocas las personas de nuestra tierra que viven la misión en otros países, en otras culturas; casi todas, entre los más pobres de la tierra. Pero he de reconocer que, cuando vi la lista, quedé gratamente sorprendido: 50 personas, nacidas en nuestra Diócesis, están dando lo mejor de sí mismas en Argelia, Argentina, Australia, Benín, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Estonia, Guatemala, Haití, Honduras, India, Israel, Italia, Guinea Ecuatorial, Japón, Marruecos, México, Mozambique, Nepal, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Tailandia, Tanzania, Togo y Venezuela.
Son misioneros porque su corazón desborda agradecimiento. La misión es hija de la gratitud a Dios, por todo lo que Él hizo y hace por nosotros. Así lo explica el Papa Francisco: Cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído… Ponerse en «estado de misión» es un efecto del agradecimiento (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2021).
Cada uno de nosotros, como nuestros misioneros y misioneras, estamos llamados a preguntarnos: ¿Cómo agradeceré al Señor todo el bien que me ha hecho? ¿Cómo podré anunciar y compartir lo que he visto y oído? Un camino para mostrar nuestra gratitud podría ser apoyar a los misioneros, con nuestro afecto, cercanía, oración y contribución económica.
No obstante, el modo habitual para agradecer a Dios su amor es vivir con pasión y generosidad nuestra misión aquí: en la familia, entre nuestras amistades, en la parroquia, en el pueblo o el barrio. La vida se llena de color cuando recordamos que tenemos una misión, cuando nos damos cuenta de que Dios y tantas personas esperan mucho de nosotros. El Santo Padre nos ofrece indicaciones preciosas para ser misioneros en nuestros ambientes habituales, en este tiempo de pandemia: a) aunque aún debemos observar cierta distancia, para protegernos y proteger de la Covid-19, hemos de buscar nuevos modos para acompañarnos y cuidarnos unos a otros; b) es necesario recuperar la pasión compartida por crear comunidades abiertas y solidarias, a las que destinar tiempo, esfuerzo y bienes; c) urgen misioneros de esperanza que, ungidos por el Señor, sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo.
Con el corazón lleno de gratitud, por la dedicación de nuestros misioneros, en tantos países del mundo, y por la generosidad de los hombres y mujeres que viven la misión aquí, en medio de los suyos, os envío un saludo muy cordial a todos, en el Señor.