En Carta desde la fe

Como en casa, en ningún sitio. ¡Cuántas veces hemos escuchado y hemos pronunciado esta expresión! Después de trabajar o de hacer ejercicio, deseamos llegar a casa, para ducharnos y relajarnos. Echamos de menos la casa, cuando vivimos fuera de ella y, a veces, hasta cuando disfrutamos de unas buenas vacaciones. Decimos “casa” e inmediatamente pensamos en la familia, los encuentros, el hogar, el calor, el bienestar, la libertad…

Por eso, conviene que los que tenemos vivienda, aunque sea humilde o de alquiler, nos pongamos en la piel de quienes no la tienen; de las personas que duermen en albergues, lugares inhóspitos o en la calle; de quienes no pueden ducharse, comer, descansar o leer cuando quieren; ni tienen seres queridos que les esperan, les abracen y les escuchen; ni un centro de salud habitual donde ser atendidos… Personas sin hogar, que en muchos casos no han podido tener un lugar donde confinarse en lo peor de la pandemia; hombres y mujeres para los que el derecho a la vivienda (artículo 25 de los Derechos Humanos) es papel mojado.

Quizá algunos, al leer esta carta, estéis pensando: “Tenemos casa, porque pagamos cada mes el alquiler, porque hemos trabajado y seguimos trabajando duro para tenerla y mantenerla”. Es verdad. El acceso a la vivienda grava, injustamente, la situación económica de la mayor parte de las familias, de por vida. Pero, aun siendo esto cierto, conviene que nos pongamos en la piel de quienes no tienen casa.

La dolorosa realidad de estas personas trae a la memoria las palabras de Jesús: “Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40), Él, en efecto, nació en un establo y fue acostado “en un pesebre” por las manos amorosas de su Madre, la Virgen Santísima, porque no había lugar para ellos en la posada (cf. Lc 2, 7); y luego estuvo prófugo, lejano de su tierra y de su casa (Discurso de San Juan Pablo II, 8 de diciembre de 1987).

Cáritas conoce esta realidad, ya que acompaña a unas 40.000 personas sin hogar en España. Desde la cercanía con ellas, pide a las administraciones públicas que garanticen el ejercicio de los derechos humanos de todos, en especial de quienes no tienen hogar, y solicita la colaboración de la sociedad, para dar respuesta a esta situación. Cáritas Diocesana, en concreto, desarrolla proyectos con personas sin hogar, desde los centros de Teruel y Alcorisa. Además de facilitar el acceso a una vivienda digna, se cuida el acompañamiento y la escucha, para romper el aislamiento y reconstruir lazos sociales. Si necesitas ayuda, si quieres poner alguna vivienda a disposición de estas personas, si tienes tiempo, empatía y capacidad de escucha, acude a Cáritas.

Os envío un saludo muy cordial a todos, en el Señor.

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