Hace pocos días, tuve la satisfacción de visitar un colegio de Teruel. Compartí un rato con los alumnos de Primero de Secundaria. Estaban en clase de plástica. Utilizando cartón, pinturas, plásticos y telas recicladas, confeccionaban cuatro portales “alternativos”: un campo de refugiados, un cajero automático, una patera y un callejón oscuro de barrio. Me explicaron que María y José, hace 2000 años, no encontraron posada y Jesús nació en un pobre portal; de igual manera, hoy muchas personas no encuentran acogida, naciendo y viviendo en campos de refugiados, cajeros automáticos, pateras, callejones oscuros…
En esta misma línea, la campaña de Navidad de Cáritas nos invita a mirar a los portales de muchas casas, algunos muy cercanos a los nuestros, “donde no hay mula ni buey, pero sí familias que no llegan a fin de mes”. Con el lema “Esta Navidad, cada portal importa”, Cáritas nos recuerda que en España crece el número de personas y familias que sufren graves problemas económicos, que provocan conflictos, desesperanza y exclusión. También nos anima a acoger a Jesús, “presente en la vida de las personas que están sufriendo pobreza y desigualdad en las orillas de los caminos”.
Posiblemente, alguno pueda pensar que este tipo de mensajes arrugan la alegría y la ilusión que deben presidir estos días navideños. Sin embargo, pretenden justo lo contrario: que vivamos una navidad más plena: más familiar, más espiritual y más solidaria.
Por eso, es importante cuidar, especialmente en estas fechas, la relación con nuestras familias. La primera Navidad tuvo como protagonista a una familia y, gracias a Dios, la Navidad sigue siendo una ocasión preciosa para que muchas familias –más o menos religiosas– se reúnan y refuercen sus vínculos de amor. Con las precauciones que todavía nos exige la situación sanitaria, propiciemos encuentros, llamadas y gestos de cercanía con los familiares y amigos.
Dediquemos también tiempo a la oración. Hace unos años, el Papa Francisco confesó: “Muchas veces, después de la misa de Nochebuena, pasé algunas horas solo, en la capilla, antes de celebrar la misa de la aurora, con un sentimiento de profunda consolación y paz… Para mí la Navidad siempre ha sido esto: contemplar la visita de Dios a su pueblo”. Sólo si contemplamos, si dejamos que la ternura de Dios toque nuestro corazón, podremos transmitirla en todo lo que hacemos y a todas las personas.
Y, por supuesto, no dejemos de iluminar, con la luz de la solidaridad, tantos portales, aquí en Teruel y en el mundo entero, compartiendo directamente o a través de Cáritas, misioneros, Manos Unidas… Así disfrutaremos la alegría de otras familias que, gracias a nuestra ayuda, afrontarán su situación con más esperanza y podrán descubrir que Dios realmente es Amor.
FELIZ NAVIDAD DE CORAZÓN A TODOS LOS DIOCESANOS DE TERUEL Y ALBARRACÍN, A TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD.