En Carta desde la fe

 

Somos cristianos. Jesucristo nos ha conquistado con su forma de tratar a los pobres y a los poderosos, a los que se creían santos y a los pecadores, a los marginados y a los apestados de su tiempo. Nos ha fascinado su relación con Dios: el Abbá, el papá que nos ama entrañablemente, como la madre más tierna. Nos atrae con su modo de amar y servir con todo el corazón y con toda el alma, hasta el extremo. Por eso, decidimos tomar como brújula su Evangelio y acoger la invitación a ser sus amigos. Desde entonces, hemos experimentado muchas veces la cercanía de Dios, también en los momentos más duros de nuestra vida.

Sin embargo, cuando nos descuidamos, el orgullo nos lleva a separarnos de Dios, el egoísmo nos aparta de los hermanos, la vanidad nos hace olvidar nuestra pequeñez, la prisa y el activismo recortan tiempo a la reflexión y a la oración. Así, poco a poco, nos despistamos del camino del Evangelio. Por eso, de vez en cuando necesitamos frenar la rueda del trabajo, las diversiones y el ruido, para encontrarnos con Dios y experimentar de nuevo su amor, para que Jesucristo vuelva a enamorarnos y a guiarnos, para tomar decisiones que enderecen nuestra vida hacia el mayor bien posible.

Esta es la experiencia que acabamos de vivir, a pesar de nuestras limitaciones, un grupo de sacerdotes de Teruel y Albarracín, en los Ejercicios Espirituales que concluyeron hace pocos días. En 1536, San Ignacio de Loyola escribió: «Los Ejercicios Espirituales son todo lo mejor que yo puedo en esta vida pensar, sentir y entender, para que el hombre se pueda aprovechar a sí mismo, y para poder fructificar y ayudar a otros muchos».

Ciertamente, los Ejercicios Espirituales pueden cambiarte la vida. Tras unos días de oración, la mirada se agudiza y descubres hasta dónde llega tu fragilidad, adviertes la facilidad con la que te engañas o te dejas engañar, sientes la punzada de dolor que producen tus pecados y acoges con más profundidad y gratitud el perdón de Dios. En esos días de retiro, Jesús te contagia el deseo de recorrer el camino de las bienaventuranzas, del amor y de la entrega hasta el extremo. En este proceso, el Señor transforma tu sensibilidad y la vida entera, de modo que tu mayor deseo no es otro que amar a Dios y a los hermanos, con Él y como Él.

Nuestra Iglesia diocesana ofrece todos los años Ejercicios Espirituales para sacerdotes y, a través de la Acción Católica, también los laicos tienen la oportunidad de retirarse varios días. Sé que muchos querríais practicarlos y no podéis, por vuestros compromisos familiares y laborales. La Diócesis pretende poner a vuestra disposición otras modalidades, para que todos tengáis la oportunidad de disfrutar las gracias que Dios derrama a través de los Ejercicios.

Recibid un saludo muy cordial, en el Señor.

 

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