In Carta desde la fe

 

Pronto saldrán por nuestras calles los “pasos” de la Semana Santa, suscitando profundos sentimientos religiosos, en quienes los portan y en muchos de los que los contemplan. Es ahora el momento oportuno para recordar que sacar en procesión aquellos momentos de la pasión y muerte de Jesús, representados en esos “pasos”, supone enaltecer a una persona que fue condenada a muerte por la envidia de unos, el fanatismo de otros, el miedo de algunos a perder el poder, el silencio de tantos y el griterío de una masa manipulada. Esa visualización del dolor de Cristo nos recuerda hasta dónde llegan las consecuencias del pecado y la injusticia, y pone ante nuestros ojos a muchos hombres, mujeres y niños que ahora sufren, sin merecerlo, junto a nosotros, en Ucrania y en demasiados rincones del mundo.

Sacar en procesión la pasión de Cristo nos descubre que Dios lucha, con un realismo e intensidad inimaginables, contra el mal que habita en el mundo. El papa Francisco ha dicho: “A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad, Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón” (29 de marzo de 2013). Por ello, los discípulos de Jesús debemos implicarnos decididamente en la lucha contra la injusticia, utilizando las mismas armas que el Señor: la verdad, el bien, el amor, el servicio y la entrega hasta el extremo; y rechazando, por tanto, la tentación de recurrir a la violencia, que engendra todavía más sufrimiento.

Sacar en procesión a Cristo lleva consigo la llamada a descubrir que Dios ama a la humanidad y a cada uno de nosotros, pues envió a su Hijo al mundo para mostrarnos su amor entrañable y enseñarnos un nuevo modo de vida. Por amor, Jesús predicó, curó y rezó al Padre; por amor no se escondió cuando su vida corrió peligro y aceptó voluntariamente la cruz; y por amor murió y resucitó, para que compartamos con él una vida nueva, plena y eterna.

Lo mismo que para sacar un “paso” en procesión necesitamos unir fuerzas y arrimar nuestro hombro al de otros hermanos, en esta lucha contra el mal y en el trabajo por el Reino de Dios, hemos de colaborar de igual modo, dejando a un lado protagonismos estériles. A veces, nos parece que solos avanzamos más deprisa, hasta que caemos en la cuenta de que necesitamos a los otros. Del mismo modo, en la familia y en la comunidad cristiana, caminando y trabajando juntos logramos deshacer las dificultades y multiplicar los éxitos y las alegrías.

Con mi deseo de que los “pasos” de la pasión de Jesucristo, que saldrán por nuestras calles, nos ayuden a contemplarlo y a implicarnos para mejorar nuestro mundo, como Él y con Él, os saludo a todos, hermanas y hermanos, muy cordialmente en el Señor.

 

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