Con motivo del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, en la solemnidad de Pentecostés, me dirijo especialmente a vosotros, hermanas y hermanos laicos.
El Concilio Vaticano II proclamó que existe una auténtica igualdad en cuanto a la dignidad de todos los bautizados (cf. LG 32). San Juan Pablo II afirmó que «también los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor, de quien reciben una misión en favor de la Iglesia y del mundo» (ChL 2). Asimismo, estableció cauces de participación del laicado en la toma de decisiones de las parroquias y las diócesis.
En esta tradición, el papa Francisco nos ha recordado que «Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de la fe —el sensus fidei— que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios». Además, nos anima a caminar juntos y a «escucharnos mutuamente: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, todos, todos los bautizados», para «comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad», de modo que acertemos a «colaborar mejor con la obra de Dios en la historia».
Gracias, hermanas y hermanos laicos de nuestra Diócesis de Teruel y Albarracín, que hacéis vida estas enseñanzas de la Iglesia, contribuyendo a la renovación de las comunidades cristianas y al crecimiento del Reino de Dios en el mundo. Gracias por vivir y transmitir la fe cristiana en vuestras familias, en el trabajo, en el barrio o pueblo donde habitáis, en la política, la educación y los diversos ámbitos que conforman nuestra sociedad. Gracias por vuestra dedicación a la catequesis, la liturgia, la caridad, la administración y tantas otras actividades eclesiales. ¡Ojalá los pastores sepamos valorar más y acompañar mejor vuestro compromiso en la Iglesia y en el mundo!
Con el Papa Francisco, «os pido, por favor, que evitéis a toda costa las “tentaciones” del laico dentro de la Iglesia, que pueden ser: el clericalismo, que es una plaga y os encierra en la sacristía, como también la competitividad y el carrerismo eclesial, la rigidez y la negatividad, que asfixian lo específico de vuestra llamada a la santidad en el mundo actual». Finalmente, os animo a cuidar la celebración y la formación de vuestra fe en la parroquia y en las diversas asociaciones y movimientos de Apostolado Seglar. Con la fuerza del Espíritu y el apoyo de la comunidad, podréis vivir «vuestra vocación propia inmersos en el mundo, escuchando, con Dios y con la Iglesia, los latidos de vuestros contemporáneos… No tengáis miedo de patear las calles, de entrar en cada rincón de la sociedad, de llegar hasta los límites de la ciudad, de tocar las heridas de nuestra gente… esta es la Iglesia de Dios, que se arremanga para salir al encuentro del otro, sin juzgarlo, sin condenarlo, sino tendiéndole la mano, para sostenerlo, animarlo o, simplemente, para acompañarlo en su vida. Que el mandato del Señor resuene siempre en vosotros: “Id y predicad el Evangelio” (cf. Mt 28,19)».
Recibid un saludo muy cordial en el Señor.