En Carta desde la fe

 

Ha terminado el mes de agosto, que ha llenado la geografía diocesana de fiestas, tan esperadas después de la pandemia. Bienvenidas las fiestas, cuando nos arriman al amigo de siempre y al que viene de lejos, cuando nos permiten descansar del esfuerzo diario y brindar por las cosas bellas de la vida, cuando nos acercan al Dios de la fraternidad. En estas últimas semanas, los sacerdotes os habéis multiplicado aún más, para poder llegar hasta los pueblos más pequeños. ¡Agradezco de corazón vuestro esfuerzo! Aunque todavía quedan fiestas importantes por celebrar, la vuelta al colegio marca el comienzo de un nuevo curso, que se prevé complicado; pero también es un tiempo de gracia para nuestra Iglesia y nuestra sociedad.

La escalada de los precios y muchas otras circunstancias adversas auguran un panorama sombrío, principalmente para aquellas familias que ya no llegan a cubrir los gastos de cada mes. Los expertos e incluso algún jefe de estado han pronosticado “el fin de la abundancia”, de una abundancia que nunca llegó a todos y parece que va a llegar a muchos menos. Esta situación nos reclama activar la “imaginación de la caridad”, proyectando nuevas iniciativas, con la ayuda de Cáritas, para que las comunidades parroquiales sean espacios donde todos podamos aportar y recibir, de acuerdo a nuestras circunstancias concretas, buscando el bien de quienes no pueden vivir con dignidad, junto a nosotros o en los países más empobrecidos. También nos exige repensar nuestro estilo de vida, demasiado individualista y caro, además de poco sostenible.

En esta Iglesia de Teruel y Albarracín, a pesar de nuestras limitaciones, el curso se presenta apasionante. Contamos con un nuevo grupo de jóvenes, que participaron en la Peregrinación a Santiago de este verano, dispuestos a seguir creciendo en la fe. En la Asamblea Diocesana, que celebraremos el sábado 8 de octubre, y a la que estáis convocados todos los cristianos y cristianas de esta tierra, analizaremos las propuestas de los grupos que participaron en la fase diocesana del Sínodo de los obispos; para identificar las necesidades más hondas de las personas con las que convivimos y buscar el modo de responder a esas necesidades, desde nuestra identidad cristiana. Más adelante profundizaremos en la cultura actual, con el propósito de encontrar los caminos más adecuados para evangelizar en estos tiempos. Y esperamos que hacia la mitad del curso estemos en condiciones de ir concretando un Plan Pastoral Diocesano.

Queridos hermanos y hermanas, nos toca afrontar nuevos desafíos. Profundicemos en la experiencia de Dios, para que la fe en el Resucitado siga alimentando la esperanza y la solidaridad, tan necesarias siempre y más ante el futuro incierto que nos espera. Sabemos que Dios es fiel y su Espíritu nos irá sugiriendo nuevos caminos de renovación personal, familiar, eclesial y social. Recibid un saludo muy cordial, en el Señor.

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