En Carta desde la fe

 

Hace un año comencé mi andadura como obispo de esta querida Diócesis. A veces tengo la sensación de que fue ayer y que ha pasado el tiempo muy rápido. En otros momentos, crece la impresión de que esta es mi casa desde hace muchos años. Por eso, quisiera aprovechar este primer aniversario para dar gracias a Dios y a todos vosotros, amigas y amigos de Teruel y Albarracín, por vuestra acogida y por vuestro cariño.

Deseo agradecer sobre todo la rica experiencia espiritual y eclesial de los laicos, los consagrados y los sacerdotes de esta tierra. A menudo me emociono cuando me contáis vuestro recorrido de fe, vuestro encuentro con Dios en la oración y en la vida cotidiana, vuestros trabajos apostólicos de ayer y hoy, vuestros proyectos para llevar amor y esperanza a quienes más lo necesitan, vuestro esfuerzo por adquirir una formación que os permita responder a las llamadas de Dios y servir más y mejor en esta Iglesia y en esta tierra. Gracias porque puedo disfrutar la alegría de cosechar lo que otros sembraron y lo que vosotros mismos habéis sembrado. Al final de este primer año, puedo afirmar que Teruel y Albarracín está siendo para mí la esposa más bella.

En estos meses habréis podido conocerme un poco mejor. Seguramente habréis intuido, conocido o sufrido mis no pocos límites. Quizá ya se haya hecho realidad lo que os anuncié en la celebración de mi ordenación: “este obispo os fallará tarde o temprano”. Gracias por vuestra comprensión y por vuestro perdón, que os pido lleno de confianza.

Apoyados en la promesa de Dios, que nunca defrauda, os animo a seguir amando y trabajando por esta Iglesia Diocesana de Teruel y Albarracín, que está inmersa en un profundo proceso de renovación, urgida por la realidad cambiante del mundo en el que vivimos y por la llamada de Dios a anunciar la buena noticia de su amor y su verdad en esta hora. Es verdad que no sabemos con certeza cómo será esta Diócesis dentro de veinte años, pero estamos seguros de que la luz de la fe nos iluminará y guiará. 

Tal como enseña Francisco en la carta encíclica Lumen Fidei, “la fe «ve» en la medida en que camina, en que se adentra en el espacio abierto por la Palabra de Dios. Esta Palabra encierra además una promesa: tu descendencia será numerosa, serás padre de un gran pueblo”. No esperemos, por tanto, a estar seguros de cómo será el final de nuestro camino; avancemos atentos a las señales que Dios indefectiblemente nos mostrará, en la escucha de la Sagrada Escritura, de los hermanos y hermanas que comparten con nosotros su fe, de las personas empobrecidas y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Recibid un saludo muy cordial, en el Señor.

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