En Carta desde la fe

 

Se está tramitando la reforma de la ley que regula el aborto en España y observo que muchas personas no se manifiestan y otras lo hacen, a favor o en contra, sin mostrar un ápice de empatía hacia las madres que se encuentran en la encrucijada de abortar y hacia los hijos que crecen en sus cuerpos. Tengo la impresión de que el aborto se ha convertido en un tema más de confrontación ideológica.

Por ello, quiero invitar a mirar a los ojos de esas mujeres que están decidiendo sobre su embarazo. Hemos de hacernos cargo del miedo, la angustia y el dolor de unas madres, a menudo abandonadas por el padre de la criatura, por sus propias familias y por las instituciones públicas que, en muchas ocasiones, recortan las ayudas que necesitarían para que el hijo nazca. Es necesario también caer en la cuenta de lo que puede suponer para una mujer gestar y traer al mundo a un hijo no deseado.

Asimismo, os animo a contemplar la mirada de esas criaturas que tal vez nunca lleguen a ver la luz del sol y la hermosura de la tierra. Aunque sean invisibles para muchas personas y para un sector mayoritario de la opinión publicada, aunque algunos se refieran a ellos –sin rigor científico alguno– como una parte del cuerpo de la madre, no deberíamos hablar o decidir sobre el aborto sin escuchar los latidos de esos pequeños, que ya han comenzado la aventura fascinante de ser humanos.

Desde esta mirada empática, los embarazos no deseados difícilmente pueden verse como un “problema” que se resuelve con la eliminación de una vida humana, que además marca profundamente la existencia de las madres. El aborto es sobre todo una tragedia, no debería considerarse un derecho.

Para evitar esta tragedia, es necesario trabajar con empeño para prevenir embarazos no deseados, para que la educación de los jóvenes les ayude a desarrollar su afectividad y a valorar la sexualidad como un don responsable y no como un juego insignificante, para apoyar decididamente a las madres que no saben qué hacer a la hora de traer a sus hijos al mundo, y para acompañar y curar las heridas de las que han llegado a abortar. En este sentido, quisiera reconocer el trabajo que realizan organizaciones como Red Madre en Teruel.

Hay otras tragedias en nuestro mundo que también deberíamos mirar con empatía y con esa verdadera compasión que nos lleva a padecer-con-quienes-sufren; por ejemplo, las personas que huyen de sus países en busca de una vida mejor, las familias que atraviesan problemas graves, las mujeres que padecen violencia, los menores abusados… Antes de hablar, juzgar o decidir, miremos a los ojos de las personas que sufren o pueden sufrir las consecuencias de nuestras acciones y palabras.

Recibid un saludo muy cordial, en el Señor.

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