¿Por qué a algunas personas les cuesta tanto creer en Dios? En muchos casos porque, aturdidas por el ajetreo de nuestra sociedad, no han desarrollado o han perdido la sensibilidad para percibir su presencia junto a nosotros. Hay demasiado ruido, demasiadas ocupaciones, demasiadas diversiones, demasiada prisa… y, sin darnos cuenta, se nos apaga la capacidad de ver, más allá de las apariencias, la bondad y la belleza de las personas y de las cosas, bondad y belleza que son obra de Dios.
Por eso, en este tiempo de Adviento con el que nos preparamos para la Navidad, la Iglesia nos invita a salir del aturdimiento. La liturgia del Adviento lo repite con insistencia: «ya es hora de levantaros del sueño; velad, estad preparados…» Para acoger el bien que existe a nuestro alrededor y para alentarlo dentro de nosotros hemos de estar despiertos. De lo contrario, dejaremos pasar las oportunidades que la vida nos ofrece. En efecto, también los tiempos de crisis e incertidumbre, como los actuales, pueden ayudarnos a mejorar nuestras personas y a crecer como cristianos.
Asimismo, hemos de estar despiertos para escuchar lo que late en nuestro corazón e identificar esos deseos hondos de justicia y paz que anidan en él. Hemos de estar despiertos para descubrir las necesidades de nuestros prójimos y para amarlos más y mejor. Hemos de estar despiertos para abrir las puertas de nuestro ser cuando el Señor pasa junto a nosotros. Porque Él viene y llama constantemente, como se preguntaba, del todo sorprendido, el poeta: «¿qué tengo yo que mi amistad procuras…?» El Evangelio nos recuerda que el Señor viene silencioso como un ladrón y a la hora que menos se le espera, pero no viene a robar, sino a regalar paz y alegría.
Para vivir despiertos y aprovechar la gracia del Adviento, el papa Francisco nos recomienda que evitemos dos peligros: la pereza y los vicios. La pereza nos va haciendo resbalar hacia la tristeza, porque nos quita las ganas de vivir y de hacer el bien. Los vicios nos tienen pegados al suelo e impiden que podamos levantar la cabeza. Además, el Papa nos anima a garantizar tiempos de calidad para el encuentro con Dios: «Es la oración ?dice? la que mantiene encendida la lámpara del corazón. Especialmente cuando sentimos que nuestro entusiasmo se enfría, la oración lo reaviva, porque nos devuelve a Dios, al centro de las cosas. La oración despierta el alma del sueño y la centra en lo que importa, en el propósito de la existencia. Incluso en los días más ajetreados, no descuidemos la oración… “Ven, Señor Jesús, ven”. Repitamos esta oración a lo largo del día y el ánimo permanecerá vigilante. “Ven, Señor Jesús”» (cf. Ángelus del 28 de noviembre de 2021).
Recibid un saludo muy cordial, en el Señor.