En Carta desde la fe

 

En torno a la muerte del papa Benedicto XVI se han publicado estudios serios, que nos han ayudado a conocerlo mejor; pero no han faltado críticas injustas, que lo presentan como un tradicionalista desfasado, y algunas alabanzas interesadas, utilizadas para atacar a su sucesor. Estemos atentos para no favorecer este tipo de críticas tendenciosas y de alabanzas con doble intención. En esta carta quisiera destacar su acierto al recordar a los hijos e hijas de la Iglesia lo esencial de la experiencia cristiana: el encuentro con Jesucristo y la práctica del amor fraterno.

Con respecto al encuentro con Jesucristo, afirmó: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (DCE 1). En efecto, la salvación no viene por el conocimiento teórico de ciertas verdades o por el cumplimiento de algunas normas; la salvación de Dios nos alcanza cuando nos encontramos con Jesucristo y nos dejamos amar por él. Por eso, en la encíclica Spe Salvi explicó que el ser humano es redimido por el amor incondicional de Dios, que nunca nos faltará, suceda lo que suceda (cf. n. 26). En su última Audiencia, confirmó esta enseñanza al expresar este deseo: «Me gustaría que cada uno se sintiera amado por ese Dios que ha dado a su Hijo por nosotros y que nos ha mostrado su amor sin límites».

Acerca del amor fraterno, nos ayudó a entender que el amor a Dios y al prójimo están estrechamente unidos: «Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo “piadoso” y cumplir con mis “deberes religiosos”, se marchita también la relación con Dios (…). Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama» (DCE 18). Asimismo, recordó a la Iglesia y a cada comunidad cristiana: «Practicar el amor hacia las viudas y los huérfanos, los presos, los enfermos y los necesitados de todo tipo, pertenece a su esencia tanto como el servicio de los Sacramentos y el anuncio del Evangelio» (DCE 22).

Además, profundizó en la importancia del amor en la vida social. Explicó la relación entre el amor y la justicia: «Por un lado, la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos (…). Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón» (CV 6). También aseguró que el amor siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa: «Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo» (DCE 28).

Con el corazón agradecido por el ministerio y el magisterio de este papa sabio y humilde, os saludo muy cordialmente en el Señor.

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