En Carta desde la fe

 

El “Corpus” nos suena a procesión y adoración pública del Santísimo Sacramento, mientras que el mensaje de los Obispos para este “Día de la Caridad” reza “Pan partido para los demás”. Asumamos el reto de unir ambos aspectos: adoración y compromiso, piedad y solidaridad. No separemos lo que Dios ha unido.

En el “Corpus”, Dios nos invita a acoger su amor. Es justamente lo que celebramos en la Eucaristía: que Jesús entregó su vida, su tiempo, su fuerza; se partió y repartió, como el pan, para que tengamos vida. Cuando el sacerdote, en nombre de Jesús, dice: «Tomad, comed esto es mi cuerpo… Bebed todos, porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos» (Mt 26, 26-28), Jesús sigue entregándose, para que comencemos a saborear la vida eterna ya en esta tierra. El Padre nos entrega, te entrega, me entrega a su Hijo, porque «tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). Estamos, pues, llamados a acogerlo y a agradecerlo.

Pero Jesús también dijo: «Haced esto en memoria mía» (Lc 22,19) y «Dadles vosotros de comer» (Lc 9, 13); nos pidió que le hiciéramos presente en el pan eucarístico y que nos hiciéramos “pan partido para los otros”. Este “Día de la Caridad” nos convoca precisamente a ser pan partido. Muchas personas responden a esta llamada. No son super-mujeres o super-hombres, sino gente corriente, que se ha sentido tocada por el amor de Dios manifestado en Cristo, como los jóvenes turolenses que participan en el Proyecto “Apadrina un abuelo” de Cáritas Diocesana. Es una iniciativa sencilla de enriquecimiento mutuo, en la que los jóvenes descubren lo mucho que las personas mayores les aportan (sabiduría, experiencia, ternura) y los mayores disfrutan de los encuentros con los jóvenes que les llevan alegría, compañía, motivación, cariño, entretenimiento y aire fresco. 

Cada domingo, acogemos y agradecemos en la Eucaristía el amor de Dios. Si la celebramos conscientemente, Jesucristo nos convierte en pan, pan bueno que se deja comer, que se entrega. La Madre Teresa de Calcuta decía a las religiosas de su Congregación: «Dejen que la gente y los pobres se las coman… que la gente muerda su sonrisa y su tiempo». No se trata sólo de dar pan, se trata de ser pan. No se trata sólo de dar algo, se trata de darse. El papa Benedicto XVI escribió: «Para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo» (DCE 34).

Que la fiesta del Corpus nos ayude a acoger y agradecer el amor de Dios, y a compartirlo, como el pan, con los de cerca y sobre todo con los necesitados.

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