El comienzo de un nuevo curso pastoral es momento propicio para que las parroquias, los movimientos y asociaciones, las cofradías y toda nuestra Iglesia nos pongamos a soñar despiertos. O mejor aún, es el momento de que conectemos con el sueño de Dios. Él desea que nuestras comunidades se renueven y sean escuelas de oración, de comunión y de misión. Él nos ha inspirado un Plan Pastoral Diocesano, que, a pesar de sus limitaciones, puede ayudarnos a avanzar unidos. Por tanto, os invito a leer o releer el Plan Pastoral y sus Objetivos prioritarios para este curso 2023-2024, y a hacer una programación pastoral realista, esperanzada, equilibrada y sinodal.
Una programación realista. No os planteéis muchos objetivos y acciones, como si fuéramos una gran ciudad; nuestras comunidades son pequeñas y pobres de medios, pero con lo que somos y tenemos algo valioso podemos hacer; basta con que cada parroquia se proponga avanzar en una o dos carencias que percibe, concrete lo que puede hacer y quiénes van a ser los responsables de esas acciones.
Una programación esperanzada. El realismo no puede alejarnos de la esperanza. Lo que parece imposible puede ser alcanzable con la gracia de Dios y con nuestro esfuerzo. Dios está presente entre nosotros, actúa y trabaja, hace germinar y fructificar las semillas más pequeñas, multiplica los panes y los peces de nuestra solidaridad…
Una programación equilibrada. Cada comunidad, al plantearse sus objetivos para el curso, debería responder a estas preguntas: ¿Qué podemos hacer para que todos crezcamos en espíritu de oración y de escucha al Espíritu? ¿Cómo podríamos favorecer la escucha mutua y la colaboración de todos los miembros de la comunidad? ¿Cómo responder a la llamada de Dios que nos impulsa a anunciar a Jesucristo, a servir a quienes sufren y a construir su Reino? No tendría sentido, por ejemplo, proponernos tres objetivos para mejorar el espíritu de oración y dejar de lado el servicio a los pobres. Hay cuatro palabras-clave que no podemos olvidar en la programación: oración, comunidad, anuncio y caridad.
Una programación sinodal. Ni el párroco puede programar él solo ni tampoco la comunidad ha de programar lo que tiene que hacer el párroco. Todos programamos y todos nos comprometemos para hacer realidad el sueño de Dios, concretado para nuestra Iglesia en el Plan Pastoral Diocesano. «Una Iglesia sinodal –dijo el papa Francisco– es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar “es más que oír”. Es una escucha reciproca en la cual cada uno tiene algo que aprender» (17 de octubre de 2015), porque Dios nos ha dado a todos los bautizados “olfato” para encontrar los nuevos caminos que Él mismo abre a la Iglesia.
¡Ánimo, pues, con la programación y decisión para hacerla realidad, con la bendición de Dios! Recibid mi cordial saludo en el Señor.