En Carta desde la fe

 

Al comenzar un nuevo año, solemos plantearnos propósitos muy diversos. Uno de los más habituales es el de ponernos en forma.

Actualmente, el cuidado del cuerpo se ha incrementado e incluso ha llegado a ser, en algunas personas, una obsesión y me atrevo a decir que una idolatría, cuando lo que se busca no es la salud, sino la apariencia, una apariencia que nunca satisface del todo. Pero también hay que reconocer que tanto el cuidado como el descuido del cuerpo tienen repercusiones en la relación con Dios. De hecho, una cristiana con dilatada experiencia de fe me comentaba con asombro que su vida espiritual venía avanzando desde que comenzó a hacer con regularidad ejercicio físico. Me decía: “Yo temía que dedicar tiempo a cuidar el cuerpo me podría alejar de Dios y ha sucedido justo lo contrario”.

Los antiguos ya aseguraban: “mens sana in corpore sano” (la mente o el espíritu está sano cuando el cuerpo está sano). San Pablo, por su parte, nos recuerda que el cuerpo humano es «santuario de Dios» (1Co 6,16) y, por tanto, hemos de respetar y cuidar tanto nuestro cuerpo como el de nuestros prójimos. El cuerpo, con su sensibilidad, nos permite percibir la presencia de Dios y con él expresamos nuestro amor a Él y a los demás. Recordemos a aquella mujer que, en casa del fariseo Simón, «se puso junto a los pies de Jesús llorando, se los regó con sus lágrimas, se los enjugó con los cabellos de su cabeza y se los ungió con el perfume» (Lc 7, 38). Expresó su gratitud y amor con sus gestos corporales, y mereció la alabanza de Jesús.

En esta línea, el papa Francisco nos anima a superar las visiones negativas del cuerpo, propias de algunas filosofías y teologías, al afirmar: «el cuerpo no es un obstáculo o una prisión del alma. El cuerpo está creado por Dios y el hombre no está completo si no es una unión de cuerpo y alma… Debemos tener una idea positiva de nuestro cuerpo. Éste puede convertirse en una ocasión o en un instrumento de pecado, pero el pecado no está provocado por el cuerpo, sino por nuestra debilidad moral. El cuerpo es un regalo maravilloso de Dios» (Regina Coeli del 15 de abril de 2018). Es importante cultivar esta mirada positiva sobre el cuerpo, en general, y sobre nuestro cuerpo, en particular.

Tras las fiestas de Navidad, en las que celebramos que Dios se ha hecho carne en el cuerpo de una mujer, os animo a proponernos cuatro cuidados, distintos entre sí, pero claramente interconectados: el cuidado del propio cuerpo, el cuidado de la relación con Dios, el cuidado de la Tierra y el cuidado de las personas.

Recibid mi cordial saludo en el Señor.

 

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