En Carta desde la fe

 

Este año, Manos Unidas nos invita a poner nuestra mirada en la Tierra, la casa común que nos sustenta. Y quizá alguno pueda preguntarse: ¿También Manos Unidas habla de ecología? ¿Manos Unidas no se ocupa de atajar el hambre en el mundo?

Pues precisamente por su compromiso en favor de tantas personas que sufren necesidades severas, nos anima a mirar la realidad del planeta. La presidenta de Manos Unidas, Cecilia Pilar Gracia, explica: “Nuestro planeta sufre el maltrato al que lo sometemos los seres humanos; se seca, se contamina, deja de producir y, todo ello, con nefastas consecuencias para quienes no han provocado tanto mal: nuestros hermanos del Sur”.

El cambio climático, en efecto, está producido en gran medida por los países desarrollados y nuestra imparable actividad económica. Recordemos que el 10% de la población mundial más rica emitió casi el 48% de las emisiones globales en 2019, mientras que el 50% más pobre produjo el 12%. Sin embargo, el cambio climático tiene una serie de consecuencias, que afectan sobre todo a los pueblos más pobres.

En esos países, por ejemplo, no se tiene la oportunidad de combatir el calor extremo en viviendas bien acondicionadas, ni pueden transportar el agua de lugares lejanos cuando las sequías aprietan. Para ellos, sequía significa pobreza, hambre, enfermedad y muy probablemente muerte. No es extraño, por tanto, que el Papa Francisco hable de “una deuda ecológica entre los países del Norte y del Sur”.

Por estas razones y porque aún hay esperanza, Manos Unidas se propone y nos propone el reto de alcanzar “un planeta sostenible, sin pobreza, hambre y desigualdad”. Al igual que somos responsables de la contaminación, el calentamiento global, la deforestación y las sequías, “también tenemos el poder de repararlo. Está en nuestras manos parar el círculo vicioso de la desigualdad”.

Ante esta realidad, que tantas veces negamos interesadamente, nuestra humanidad y nuestra fe cristiana nos reclama una respuesta solidaria en favor de los “descartados climáticos”. Apoyar económicamente los proyectos de Manos Unidas es una manera eficaz de expresar nuestra fraternidad con quienes más sufren.

Pero no se trata sólo de combatir los efectos, es necesario abordar sus causas. Tomemos conciencia de la urgencia de una conversión ecológica, de “una transformación personal y comunitaria”, derivada de la convicción de que no somos los dueños de la creación sino sus custodios, y de unas políticas eficaces en la lucha contra el cambio climático, que tengan en cuenta a las personas más vulnerables.

Recibid un saludo muy cordial en el Señor.

 

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