En Carta desde la fe

 

Hace unos años pregunté a un grupo de chicos y chicas, en una catequesis de Confirmación, cómo entendían ellos la libertad. En sus respuestas, casi todos confundieron la libertad con hacer lo que nos apetece. Pero una chica se atrevió a decir: “yo quiero ser atleta, y para lograrlo tengo que renunciar a muchas cosas que me apetecen”.

¡Había dado en el clavo! En la conversación que siguió, nos dimos cuenta de que una cosa es hacer lo que nos apetece y otra muy distinta hacer lo que deseamos. Frecuentemente, nos apetecen metas divertidas, atractivas y fáciles, mientras que los grandes deseos de bien y felicidad que bullen en nuestro interior reclaman esfuerzo, renuncias y sacrificios. El don de la libertad se nos ha dado para elegir el bien y, de esta forma, podamos cumplir los deseos más bellos de nuestro corazón.

El papa Francisco, en el mensaje cuaresmal de este año, nos invita a vivir la Cuaresma como un camino de libertad: «Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud” (Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad. Jesús mismo, como recordamos cada año en el primer domingo de Cuaresma, fue conducido por el Espíritu al desierto para ser probado en su libertad». Además, el Santo Padre nos ofrece tres consejos para fortalecer nuestra libertad:

  1. Reconocer la verdad. Nos invita a acoger las preguntas que Dios dirigió a Adán: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9) y a Caín: «¿dónde está tu hermano?» (Gn 4,9)». Respondiendo sinceramente a estas preguntas, podremos reconocer nuestras esclavitudes, «porque, si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud».
  2. Cultivar el silencio y la espiritualidad. Francisco nos anima a «desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud».
  3. Arriesgar con valentía, sin esperar a tenerlo todo controlado. Quien no arriesga, no avanza. El Santo Padre nos recuerda el mensaje que dirigió a los jóvenes en Lisboa el verano pasado: «Busquen y arriesguen, busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos», pero abrazamos la esperanza de que no estamos en una agonía, sino en un parto que dará a luz una vida nueva.

Buen camino cuaresmal hacia la libertad. Recibid un saludo muy cordial en el Señor.

Teclea lo que quieres buscar y pulsa Enter