En Carta desde la fe

 

A menudo criticamos a personas relevantes de la sociedad y de la Iglesia…, y seguramente no nos faltan motivos para hacerlo. Pero hemos de reconocer que muchas de estas críticas se hacen desde la comodidad de quien permanece plácidamente sentado en el sillón de su casa o desde la curiosidad del que mira desde el balcón, como si no formáramos parte de la sociedad que criticamos.

La Semana Santa nos ofrece la oportunidad de emocionarnos con la belleza de la liturgia y el impacto de las procesiones que representan los “pasos” de la pasión del Señor, pero también nos invita a tomar parte y preguntarnos: ¿Cuál es mi actitud en esas realidades que critico? ¿En qué personaje de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo me veo reflejado?

¿Soy como aquellos líderes religiosos que decidieron eliminar a Jesús porque les resultaba incómodo? Ellos manipularon la religión según sus gustos, y ¿yo la utilizo para justificar mis intereses y puntos de vista personales?

¿Soy como los discípulos que se quedan dormidos mientras Jesús se moría de angustia hasta sudar sangre en Getsemaní? ¿Sigo dormido ante las personas que me necesitan? ¿Soy como aquel discípulo que quiso defender a Jesús con la espada o busco la paz sin dejarme vencer por la violencia?

Cuando estar a favor de la verdad y la justicia me puede perjudicar, ¿me lavo las manos como Pilato y consiento lo que reclaman los poderosos? ¿Soy como la multitud que pidió la libertad de un bandido, porque así lo voceaba la propaganda y era lo políticamente correcto?

¿Soy como los soldados que golpearon a Jesús y se divirtieron con él humillándolo con insultos y desprecios? ¿Soy como los que pasaban delante de la cruz gritando: “baja de la cruz y creeremos en ti”? ¿Aparto la mirada de quienes están caídos y no se pueden defender?

¿Soy como el Cireneo que ayudó a Jesús a llevar la cruz, aunque lo hiciera a regañadientes? ¿Alivio el peso que aplasta a tantos hermanos? ¿Soy como aquellas mujeres –tan humanas y valientes– que lloraban al ver la injusticia que Jesús padecía? ¿Estoy junto a los que sufren, como estuvo María, Juan y las otras mujeres firmes al pie de la cruz?

¿Imito a Jesús, que aceptó el sufrimiento para que nosotros pudiéramos vivir en fraternidad, como hijas e hijos de un mismo Padre?

¿Asumo con fe y esperanza, como la Virgen María, las dificultades y el rechazo que vivir coherentemente puede acarrearme?, ¿creo que Dios es capaz de sacar vida nueva de las cruces que abrazamos por amor?

Y yo, ¿qué? ¿Cómo vivo cada uno de los “pasos” de la Semana Santa?

Con todo mi corazón te invito a crear el ambiente propicio para vivir esta Semana Santa y la vida cotidiana como Jesús y con Jesús.

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