El Papa Francisco pronunció en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa estas palabras: “todos, todos, todos”, para reclamar una Iglesia de puertas abiertas, que no se convierta en una aduana para seleccionar a quienes entran. Retomo esta expresión para recordar que todos los seres humanos tenemos una dignidad infinita y, como declaró el Dicasterio para la Doctrina de la fe el 8 de abril de 2024, esta dignidad pertenece al ser humano «más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre. Este principio, plenamente reconocible incluso por la sola razón, fundamenta la primacía de la persona humana y la protección de sus derechos. La Iglesia, a la luz de la Revelación, reafirma y confirma absolutamente esta dignidad ontológica de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús».
Por ello, celebramos el apoyo mayoritario a la toma en consideración de la Iniciativa Legislativa Popular para la regularización extraordinaria de personas migrantes, que se ha producido en el Congreso de los Diputados. Más de 700.000 firmas y 900 organizaciones han apoyado esta iniciativa. Es un primer paso para regularizar la residencia y un marco de derechos fundamentales de unas 500.000 personas que se encuentran actualmente en situación administrativa irregular.
Sin embargo, no todo son buenas noticias. Hace pocos días el Parlamento Europeo aprobó una resolución para promover la inclusión del aborto en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión, equiparando “el derecho de las mujeres a decidir sobre su salud sexual y reproductiva” con el aborto, sin tener en cuenta que el aborto no supone simplemente la interrupción del embarazo, sino la eliminación de una vida humana, a la que no se le reconoce derecho alguno. Esta resolución produce una gran tristeza a quienes defendemos que todos los seres humanos, también los no nacidos, tienen una dignidad que hay que proteger y defender.
Personalmente, me causa perplejidad comprobar que algunas personas que trabajan seriamente por los derechos de los inmigrantes y de otras personas discriminadas parezcan insensibles ante el aborto, que también acaba con la vida de seres humanos y marca profundamente la existencia de muchas madres. Como también me cuesta entender que haya personas que se declaran “pro-vida” y se oponen al reconocimiento de los derechos de tantos prójimos que sufren miseria, violencia y todo tipo de injusticias. ¡Ojalá que todos, todos, todos los seres humanos seamos capaces de defender y proteger la dignidad y la vida de todos, todos, todos los hombres y mujeres del mundo!
Recibid un saludo muy cordial en el Señor.