En Carta desde la fe

 

Hoy me dirijo especialmente a vosotros, cristianas y cristianos laicos de nuestra Diócesis, con motivo de la Solemnidad de Pentecostés, día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Os ofrezco unos criterios que os pueden ayudar a vivir, en este mundo tan crispado, vuestra peculiar vocación, la de «buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales», como os encomendó el Concilio Vaticano II; criterios que nos animen a responder a la llamada del papa Francisco, con ocasión del próximo Jubileo 2025, a «convertirnos en cantores de esperanza en un mundo marcado por un exceso de desesperación».

1. Todos sufrimos –y vosotros en particular– las incomprensiones de que es objeto la Iglesia en su conjunto. Ante tales incomprensiones, es necesario discernir con calma, para diferenciar los ataques sin fundamento de las críticas que denuncian con verdad nuestros errores e incoherencias.

2. También hemos de saber que el ataque a la Iglesia y a “lo cristiano” no es un fenómeno espontáneo. Existe una estrategia organizada que intenta debilitar y destruir la visión cristiana del ser humano, de la familia y de la sociedad. No obstante, no todos son incomprensiones y rechazos. Agradezcamos, pues, el reconocimiento y el apoyo que nos brindan muchas personas y no pocas instituciones.

3. No hagamos frente a los ataques con medios ajenos al Evangelio. No respondamos a las calumnias con violencia ni a las manipulaciones con mentiras. Si utilizáramos esta táctica, saldría perdiendo el proyecto de Jesús, que es «manso y humilde de corazón».

4. En un mundo tan enfrentado y crispado como el nuestro, rechacemos las soflamas –políticas y religiosas–, que clasifican y dividen a la gente en buenos y malos, en santos y pecadores. Gracias a Dios, son diversas las formas legítimas de vivir la fe, la organización de la sociedad y el compromiso político. Por eso, hemos de cuidar la comunión dentro de la Iglesia y trabajar por el mutuo entendimiento en la sociedad. Y aunque suponga ir contracorriente, seamos críticos con “los nuestros” y reconozcamos los valores de “los otros”.

5. No os dejéis llevar por el activismo y dedicad tiempo a la reflexión y a la oración, pero no esperéis a saberlo todo y a ser santos para comprometeros en el mundo de la política, del asociacionismo, de la cultura, del trabajo, de la economía, de la escuela… Pidamos la fuerza del Espíritu para ser contemplativos en la acción.

6. Y, por último, no descuidéis la formación y la vida comunitaria. Para transmitir la belleza y la fuerza de Dios hemos de comprender del mejor modo posible el mundo en el que vivimos y la fe que profesamos, y precisamos contar con el aliento de la comunidad cristiana que nos sostiene.

Con mi gratitud sincera a los hombres y mujeres que vivís la fe en el mundo, recibid un saludo muy cordial en el Señor.

 

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