En Carta desde la fe

 

Una de las lacras más sistemáticamente escondida y maquillada de nuestra sociedad, aparentemente respetuosa de los derechos humanos, es el comercio de personas, sobre todo de mujeres, a las que se engaña, se obliga a prostituirse y a vivir en régimen de esclavitud.

Para acercarnos a esta realidad, el claustro de nuestro Obispado ha acogido una exposición, preparada por la Subcomisión Episcopal de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española, de cuarenta y una imágenes, protagonizadas por un puñado de personas, hombres y mujeres, supervivientes de la trata de seres humanos. Las imágenes y las palabras de las víctimas constituyen el relato del negocio que más millones de euros mueve cada año en el mundo, sólo superado por el tráfico de armas.

La exposición nos acerca al drama que sufren las víctimas en sus propias carnes. Sus palabras son desgarradoras: «Me hicieron creer que no valía para otra cosa», «De haber sabido esto nunca hubiera salido de mi país», «Nadie me va a querer por haber sido prostituta», «Me pegaban y me violaban y cuando se cansaban me decían que no aguantaba nada. Siempre estaba llena de moratones que me recordaban el infierno que vivía». La exposición también hace concebir que, a pesar de todo, se puede llegar a una vida libre de explotación, gracias a la ayuda y la implicación de personas e instituciones. Los testimonios son esperanzadores: «Que importante es ser libre, ser respetada y sentirse querida», «Va desapareciendo el miedo», «Tengo vida, soy fuerte», «Tú caminarás libre, recorrerás senderos de libertad», «Con nuestras manos… podemos hacer realidad nuestros sueños», «Puedo ser lo que deseo».

La Memoria Anual de Actividades de la Conferencia Episcopal Española informa de que la Iglesia cuenta con 105 centros para la promoción de la mujer y víctimas de la violencia, en los que se han acogido 23.279 mujeres. Mujeres solas o con hijos, en dificultad social, que han sufrido algún tipo de explotación, víctimas de violencia o exprostitutas son las principales destinatarias de estos centros. A través de sus programas de acogida, ayuda y promoción han encontrado acompañamiento, orientación y ayuda, tanto material como psicológica, jurídica y laboral.

Acabamos de celebrar la cincuentena pascual. En ella, hemos vuelto a recordar (volver a pasar por el corazón) que la vida siempre puede más que el mal. Que el Espíritu Santo sane los corazones heridos y nos dé luz y fuerza para estar cerca y colaborar en todo lo posible en la lucha contra esta lacra invisibilizada, de modo que pongamos punto final a tantas situaciones de abuso y de muerte, y escribamos juntos un punto y seguido de vida en tantas personas que han padecido este infierno.

Recibid un cordial saludo en el Señor.

 

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