Cuando el Concilio Vaticano II habló de la actividad humana en el mundo dijo algo que los cristianos tendríamos que recitar de memoria: «la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana» (Gaudium et spes, 39). Si nuestra meta es la vida eterna junto a Dios, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica (cf. n. 1817), esta meta no es individualista, ya que incluye la armonía con la humanidad y con la Creación.
El papa Benedicto XVI, en su encíclica sobre la esperanza cristiana explicaba que «Babel, el lugar de la confusión de las lenguas y de la separación, se muestra como expresión de lo que es el pecado en su raíz. Por eso la “redención” se presenta como el restablecimiento de la unidad» (Spe salvi, 14). El papa Francisco, por su parte, nos viene urgiendo a implicarnos activamente en el cuidado de la creación cuando, refiriéndose a la “hermana-madre tierra”, escribe en su encíclica Laudato sí’: «Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto” (Rom 8,22)». (Laudato sí’, 2).
La redención de Cristo nos lleva a contemplar con esperanza el vínculo de solidaridad entre los seres humanos y con toda la naturaleza, a la que el papa Francisco prefiere dar el nombre de “creación”, reconociendo en ella la mano de Dios. La esperanza cristiana, que nos asegura un futuro feliz en armonía con Dios, con la humanidad entera y con la creación, es activa: esperamos el cielo, pero con los pies en la tierra.
Son frecuentes los toques de atención del papa Francisco para la lucha contra el cambio climático, en los que invita «a toda la humanidad a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios en sus estilos de vida, producción y consumo» (Motu proprio “Fratello sole”). La esperanza cristiana nos hace mirar al cielo, pero la conversión para alcanzarlo reclama «el paso de la arrogancia de quien quiere dominar a los demás y a la naturaleza ?reducida a un objeto manipulable?, a la humildad de quien cuida de los demás y de la creación», como ha dicho el Santo Padre.
Recibid un saludo muy cordial en el Señor.