En este mes de septiembre se llevan a cabo los cambios de algunos párrocos. Estos traslados normalmente son dolorosos tanto para los sacerdotes como para las comunidades parroquiales, ya que conllevan la separación de personas con las que se ha trabajado a gusto y se han compartido momentos vitales importantes. Sin embargo son absolutamente necesarios. Algunos párrocos se jubilan, más que merecidamente, después de muchos años de servicio a sus feligreses, y a otros les toca asumir más responsabilidades, ya que no hay suficiente relevo, aunque tengamos la valiosa ayuda de algunos hermanos que vienen de América o de África.
Esta escasez de sacerdotes nos apena, pues es evidente que un párroco no puede atender de la misma manera tres parroquias que ocho. Sin embargo, no nos dejemos atrapar por la tristeza y escuchemos lo que el Espíritu Santo quiere decirnos a través de esta situación. Cuando llevo a la oración esta realidad, percibo tres llamadas muy claras:
Primera: impulsar decididamente la pastoral vocacional. Desgraciadamente, la tasa de natalidad es muy baja en España y no pocos niños y jóvenes de nuestros pueblos y ciudades proceden de otras culturas y, en algunos casos, de otras religiones; pero creemos que Dios sigue llamando a hombres y mujeres de esta tierra, unos jóvenes y otros adultos, para que se entreguen al servicio de la Iglesia y de las personas. Todos nosotros –laicos, religiosos y pastores– hemos de abrir los oídos y ensanchar nuestra disponibilidad, y motivar para que otros hagan lo mismo, de modo que escuchemos y respondamos a las llamadas deDios, convencidos de que Él nunca se deja ganar en generosidad.
Segunda: superar, de una vez por todas, el modelo de parroquia donde el sacerdote lo hace casi todo y los feligreses se limitan a asistir. El Bautismo, que nos hizo hijos de Dios y miembros activos y corresponsables de su Pueblo, nos impulsa a preguntarnos qué podemos hacer en la comunidad cristiana. Todos podemos aportar algo, según la vocación, edad y circunstancias de cada cual:desde aquellas tareas que parecen sencillas hasta otrosservicios que requieren cierta experiencia y formación. En nuestra Iglesia podemos ser catequista o coordinador de catequistas, trabajar como voluntario de Cáritas o de Manos Unidas, participar y promover la participación en la Liturgia, rezar el Santo Rosario o animar las celebraciones en espera de presbítero, tocar la campana antes de las Eucaristías o ayudar en la limpieza, el mantenimiento o la economía… Todo es necesario para que la parroquia esté viva.
Tercera: intensificar la colaboración con otras parroquias en la Unidad Pastoral o en el Arciprestazgo. Estamos llamados a superar, sin prisa pero sin pausa, esa larga tradición de parroquias cuasi autónomas que viven de espaldas a otras comunidades, y trabajar en red con lasparroquias vecinas, de modo que podamos desarrollar mejor la misión encomendada por el Señor.
¡Feliz curso pastoral 2024-2025!