In Carta desde la fe, Obispo de Teruel y Albarracín

 

Cada día que pasa nos acercamos un poco más a la fiesta de la Navidad, y esta fiesta nos invita a recordar lo que sucedió en Belén hace dos mil años, pero sobre todo nos llama a despertar y vivir la aventura de acoger a Dios, como hizo María, a dejarnos embarazar por Él, para darlo a luz ahora y aquí.

En este misterio de la Encarnación continuada de Dios en nuestra historia, es más importante lo que Él hace que lo que nosotros podemos hacer. Basta que lo dejemos entrar en nuestra vida y, a pesar de nuestras pobrezas, seamos establos cálidos y acogedores, como aquel en el que José encontró refugio cuando le llegó a María el momento del parto. El exegeta Heinz Schürmann ha escrito que el «Hágase en mí según tu palabra», que María había dicho al ángel con los labios y el corazón, representa «el ápice de todo comportamiento religioso ante Dios, ya que ella expresó, de la manera más elevada, la disponibilidad pasiva combinada con la disponibilidad activa, el vacío más profundo que acompaña a la mayor plenitud».

Las madres saben bien que el embarazo es una aventura. Su bebé, a medida que va creciendo, transforma su cuerpo y su ánimo, sus pensamientos y deseos, sin que ellas puedan controlar apenas su proceso de gestación. Dejarse embarazar por Dios es también una aventura para nosotros, los creyentes, porque Él transforma nuestro ser y nos conduce por caminos desconocidos, en los que tal vez nos encontremos perdidos, pues la tierra que pisamos nos es desconocida y no disponemos de un mapa ni de un plan que nos ayuden a sentirnos seguros. Pero es entonces cuando se abren paso las mismas palabras de Dios que serenaron el corazón de la Virgen Madre: «No temas… El Señor está contigo», y así podemos seguir confiando.

¿Cómo podemos nosotros vivir esta aventura? Es indispensable dejar a un lado la prisa y el ruido, que tanto aturden, y darse cuenta de que es Dios quien está llamando en la puerta de nuestro corazón, como en una nueva anunciación. Dios viene casi siempre por caminos insospechados: en ese compañero de trabajo que nos necesita, en esa nueva amiga que te acoge y anima, en ese libro que ilumina tu vida, en esos momentos de silencio y oración que te serenan, en esa cruz que abrazas por amor aunque te duela, en la enfermedad o en la vejez que te paralizan, en esos deseos de vida plena que orientan tus pasos…

Queridos hermanos y hermanas de Teruel y Albarracín, ¿estamos despiertos y atentos para descubrir a Dios donde él quiera alcanzarnos?, ¿estamos dispuestos a acogerlo con confianza, aunque no podamos controlar lo que sucederá en nuestra vida? Sólo así podremos ofrecerlo como una luz nueva a nuestras familias, a los hermanos y hermanas de comunidad, al mundo entero.

Recibid un saludo muy cordial en el Señor.

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