Queridos amigos y amigas turolenses, estamos a punto de celebrar la Navidad; unos con más ilusión, otros con más nostalgia, algunos con indiferencia… Pero tengo la impresión de que, incluso quienes celebramos y vivimos el Nacimiento de Jesucristo, somos poco conscientes del poder que tiene este misterio para transformarnos y transformar el convulso mundo en el que vivimos. ¿Os imagináis qué sucedería si nos dejásemos arrastrar por ese movimiento de Dios, que se acerca a la Humanidad desde la sencillez y la humildad?
Vivimos multiconectados por las redes sociales, pero con frecuencia nuestra comunicación es superficial y nos conocemos más bien poco. Si nos acercásemos a las personas con las que convivimos en la familia, el trabajo y el vecindario, y nos interesásemos de corazón por su situación, seguramente mejorarían nuestras relaciones, porque sabríamos más de los proyectos y problemas que les afectan, podríamos comprendernos mejor y vivir una solidaridad real con los más próximos.
Acercarse a quien piensa diverso tendría un efecto inmediato en la polarización de nuestra sociedad, en la que tanta gente no se limita a criticar razonablemente, sino que descalifica a quienes tienen otra ideología, otro credo u otros puntos de vista. Todos lamentamos esa polarización, pero ¿cuántos hacemos algo para evitarla? Por eso, os invito a recordar estos días a los magos de Oriente, que representan a diversas culturas que se unen en la búsqueda de la Verdad. También nosotros podríamos unirnos, aunque seamos distintos y pensemos de manera diferente, para buscar el bien común, la promoción humana, la libertad y el derecho a una vida pacífica y plena en todos los pueblos.
También sería beneficioso para este mundo que la Navidad nos impulsara a acercarnos a quienes están mal vistos y sufren las consecuencias de tantas pobrezas. Nos ayudaría a valorar lo que tenemos y tan pocas veces agradecemos, a apreciar la riqueza interior de cada persona, a darnos cuenta de que, aun en las peores situaciones, hay motivos para mirar al futuro con esperanza. Así sucedió hace 2000 años en Belén. Los primeros que gozaron la cercanía de Dios fueron los últimos de aquella sociedad: los pastores, apostados en las periferias, gente pobre y con un oficio considerado impuro.
Sí, amigas y amigos turolenses, en Navidad celebramos que Dios se ha acercado definitivamente a nuestro mundo y a cada persona; a ti y a mí, sea cual sea nuestra situación particular. Dejémonos encontrar por este Dios, que, en el llanto de un niño nacido en un establo, pronunció el más hermoso sermón, anunciando que él es “Emmanuel”, es decir, Dios-con nosotros. Impulsados por esta pasión divina, acerquémonos unos a otros al estilo de Dios: con humildad, respeto y compasión; para gozar y transmitir el poder escondido de la Navidad.
Recibid un saludo muy cordial, vosotros y vuestras familias, en el Señor.