In Carta desde la fe, Obispo de Teruel y Albarracín

 

El sufrimiento pone a prueba nuestra alegría y nuestra esperanza. Por eso, algunos huyen de cualquier situación en la que el dolor pueda rozarles. Sin embargo, el papa Francisco, en este año jubilar dedicado a la esperanza, nos anima a acercarnos precisamente a la vida de los mártires, que sufrieron y murieron por Cristo, y de las personas que soportan penas de todo tipo.

En la bula de convocatoria del Jubileo, podemos leer: «El testimonio más convincente de esta esperanza nos lo ofrecen los mártires, que, firmes en la fe en Cristo resucitado, supieron renunciar a la vida terrena con tal de no traicionar a su Señor. Ellos están presentes en todas las épocas y son numerosos, quizás más que nunca en nuestros días, como confesores de la vida que no tiene fin. Necesitamos conservar su testimonio para hacer fecunda nuestra esperanza».

También la cercanía a quienes sufren y el compromiso con ellos puede ser fuente de esperanza, aunque parezca muy difícil. Así lo intuyó y lo explicó el papa Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi: «Es cierto que debemos hacer todo lo posible para superar el sufrimiento, pero… no podemos suprimirlo. Precisamente cuando los hombres… quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no existe el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito» (cf. SS 36-37).

En efecto, la entrega de los mártires y de tantos “santos de la puerta de al lado” se explica desde su esperanza, que hunde sus raíces en la fe y en el amor providente de Dios, que nos alcanza en esta vida y más allá de la muerte. Y por otra parte, la entrega de los mártires sostiene y genera esperanza en sus coetáneos. Algo similar sucede también en nuestra vida cotidiana: nuestra esperanza se fortalece cuando nos dejamos tocar por la generosidad y la entrega de tantos hombres y mujeres excepcionales, al mismo tiempo que nuestra solidaridad alimenta la esperanza de quienes nos rodean.

Para aprender a descubrir signos de esperanza hasta en las situaciones más dolorosas, en nuestra Diócesis de Teruel y Albarracín hemos preparado un Itinerario jubilar, que parte de la Iglesia de los Santos Mártires hasta la capilla del Carmen, junto al Centro penitenciario, pasando por los hospitales “San Juan de Dios” y “San José”, un camino espiritual que se puede recorrer personalmente o en pequeños grupos, ayudados por un sencillo subsidio, con testimonios, reflexiones y plegarias.

Recibid un saludo muy cordial en el Señor.

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