In Carta desde la fe, Obispo de Teruel y Albarracín

 

Nuestra vida requiere constantes ajustes y en no pocas ocasiones cambios significativos, si queremos mantener una actitud de crecimiento, afrontar los desafíos de cada momento y corregir los excesos y defectos en los que a veces caemos: la pereza o la auto-exigencia exagerada, la apatía o los deseos inalcanzables, el descuido de la propia persona o el ensimismamiento narcisista, la dejadez en la relación con Dios o una religiosidad obsesiva, la indiferencia o la intromisión en la vida de otros…

Aunque en teoría muchos estamos convencidos de la necesidad de cambiar, en la práctica nos cuesta mucho escoger el camino de la conversión y preferimos el atajo de la diversión, para no ver, no pensar y no actuar. Hoy es especialmente fácil tomar este atajo, pues se nos ofrecen muchas posibilidades, incluso sin salir de nuestra casa: juegos en línea, miles de series y películas a demanda y un largo etcétera. Con estas reflexiones no pretendo demonizar la diversión, pues es necesaria en su justa medida; es más, en muchas personas excesivamente ocupadas, la diversión debería formar parte de su plan de conversión.

Para plantearnos una conversión auténtica, los consejos cuaresmales nos ofrecen tres elementos básicos. Así lo explicó el papa Francisco al inicio de su pontificado, en la homilía del Miércoles de Ceniza de 2014:

El primer elemento es la oración. La oración es la fuerza del cristiano y de cada persona creyente. En la debilidad y en la fragilidad de nuestra vida, podemos dirigirnos a Dios con confianza y entrar en comunión con Él. La Cuaresma es tiempo de oración, de una oración más intensa, más prolongada, más asidua, más capaz de hacerse cargo de las necesidades de los hermanos, intercediendo ante Dios por tantas situaciones de pobreza y sufrimiento.

El segundo elemento es el ayuno. Debemos estar atentos a no practicar un ayuno formal. El ayuno tiene sentido si verdaderamente menoscaba nuestra seguridad, si nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina sobre el hermano en dificultad y se ocupa de él. Ayunar nos ayuda a entrenar el corazón en la esencialidad y en el compartir. Es un signo de toma de conciencia ante las injusticias y de la confianza que ponemos en Dios.

El tercer elemento es la limosna y subraya la gratuidad, porque en la limosna se da a alguien de quien no se espera recibir algo a cambio. La gratuidad debería ser una de las características del cristiano, que, consciente de haber recibido todo de Dios gratuitamente, aprende a donar a los demás con la misma gratuidad. Hoy, a menudo, todo se vende y se compra; la limosna, en cambio, nos ayuda a vivir la gratuidad del don.

Santa Cuaresma, hermanos y hermanas. Buena conversión con la gracia de Dios. Recibid un saludo muy cordial en el Señor.

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