In Carta desde la fe, Obispo de Teruel y Albarracín

 

No es un secreto para nadie que nuestra sociedad, tan crecida tecnológicamente, ha menguado en esperanza. Mientras se desarrolla la Inteligencia Artificial, que hoy ya es una herramienta muy poderosa, van cayendo las grandes utopías de libertad, igualdad y fraternidad, por las que tantas personas, movidas por su fe o por sus valores humanos, entregaron su tiempo y arriesgaron la vida. Así, hoy nos encontramos con muchos hombres y mujeres, también niños y jóvenes, que no encuentran razones ni siquiera para seguir viviendo.

En este contexto social, que por supuesto también afecta a los hijos de la Iglesia, estamos inmersos en la gracia del Jubileo 2025, convocado por el papa Francisco con el lema “Peregrinos de esperanza”. Por eso, animo a todas las personas que queréis vivir intensamente la Semana Santa, y especialmente a los cofrades, a fortalecer la esperanza, a celebrarla en nuestras comunidades parroquiales y a procesionarla por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades.

Quizá alguien pueda preguntarse qué tiene que ver la esperanza con las celebraciones y procesiones de Semana Santa. Aparentemente son dos realidades contradictorias: ¿cómo podemos crecer y transmitir esperanza celebrando y procesionando a alguien que fue traicionado con vileza, condenado injustamente y ejecutado en una cruz? Sin embargo, cuando miramos con mayor profundidad la Pasión de Cristo, no vemos simplemente un camino de sufrimiento, sino una misión profundamente asumida y vivida con generosidad hasta las últimas consecuencias. Jesús sabía cuál era su proyecto: entregarse con amor a Dios Padre y a la humanidad, para abrir un camino de salvación y transformar el dolor en redención. A través de ese acto supremo de amor, nos enseñó que incluso en los momentos más oscuros hay una promesa de vida nueva, de resurrección, de esperanza.

Sí, queridos hermanos y hermanas, la pasión y la esperanza van de la mano. La esperanza, por un lado, nos mueve a trabajar por el bien común, a compartir cuanto hemos recibido y a entregar la vida con pasión, seguros de que este modo de vivir dará frutos de fraternidad, justicia y paz. Y cuando vivimos con esta pasión, con este amor, generamos esperanza en quienes nos rodean. Pido al Señor Jesús que, en esta Semana Santa, nos libere del círculo vicioso de la desesperanza, que provoca pasividad e indiferencia; para dejarnos atraer por el círculo virtuoso de la esperanza, que nos mueve a vivir con pasión, como Jesús y con Jesús.

Cada celebración litúrgica, cada tambor y corneta que suenan en la Semana Santa de nuestros pueblos y ciudades, cada paso procesional y cada oración compartida son una forma de decir al mundo que la fe sigue viva, que el sacrificio por amor tiene sentido y que la esperanza no defrauda.

Recibid un saludo muy cordial en el Señor.

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