En Al ritmo de los acontecimientos

Tuve que comprar un manual de economía “para torpes”, pues como antes me solía saltar estas páginas en los periódicos, da la circunstancia que ahora todas las secciones están plagadas de conceptos que se me pierden en los entresijos de la ignorancia.

Para empezar, la palabra griega economía significa “la administración de la casa” y quizás esta pista nos coloque en lo que para un país debe ser un buen sistema económico. Todos sabemos de la economía de nuestros hogares, y no sólo a lo que al dinero y a los bienes se refiere, pues una familia estable debe saber también administrar las relaciones y la idiosincrasia de cada uno de sus miembros, pues sin el equilibrio suficiente entre jerarquía, educación, salud, racionalidad, confianza, crecimiento, etc., todo se puede ir al garete (del francés: ir sin dirección).

Los economistas tradicionales se quedaron a cuadros cuando en la década de los 70, el rey de Bután, un minúsculo estado del Himalaya, estableció que el progreso de su país no se mediría a través de los criterios económicos tradicionales (renta nacional, tasa de empleo, producto interior bruto…) sino a partir de la felicidad interior bruta. Es decir, mantener el mayor esfuerzo posible por proteger los más altos niveles de satisfacción de sus habitantes, que no necesariamente tenían que ver con el aumento de riqueza. ¡Eureka! (del griego: ¡lo descubrí!)

Para ello se decretó que el 60% del país debía estar cubierto de bosques, se limitaría el número de turistas (pues crean demasiada ansiedad e intrusismo), se redistribuiría el dinero para contribuir a acabar con la pobreza masiva, buscarían el mayor grado de satisfacción en la población, cuidando la seguridad, techo, empleo, salud… es decir, priorizar la jerarquía de las necesidades reales. En una encuesta publicada en 2005, más de la mitad de los habitantes de Bután se consideraban muy felices y sólo el 3% no habían conseguido la felicidad esperada. En el año 2007 fue la segunda economía de más rápido crecimiento del mundo. En el año 2006, después del golpe militar, el nuevo ministro tailandés Chulanont, establece un índice similar. Dicho de otra manera: otro modo de actuar es posible.

Si nos mantenemos en los mismos parámetros, aunque sean maquillados, sufriremos como inevitables el aumento de los impuestos, pues como decía J.B. Colbert, el ministro de Finanzas del Rey Sol, en las últimas décadas de siglo XVII: “El arte de cobrar las tasas consiste en desplumar al ganso consiguiendo la mayor cantidad de plumas con el menor número de graznidos”. Lo dicho, se impone un cambio de mentalidad.

¡Ah! Y los discípulos de Cristo y la Iglesia que formamos, tenemos mucho que decir sobre esto y mucho ejemplo que dar, todavía. Es bueno que lo pensemos en serio y haya una verdadera conversión del corazón.

¡Ánimo y adelante!

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