En Al ritmo de los acontecimientos

Terminó la exposición “Canto de amor y bodas” en el claustro mudéjar de San Pedro. Ha sido visitada por mucha gente y ha tenido una buena crítica por parte de los asistentes. Sobre todo, han descubierto, junto a las delicadas fotografías, el texto bíblico del Cantar de los Cantares, objeto de la muestra expositiva.

Aunque también es verdad, que alguna persona, se ha escandalizado por unas pocas fotografías que mostraban a la amada y el amado abrazados desnudos, o de espalda, cuatro de veinticuatro. No es necesario justificar nada ni ofenderse contra nadie, la sensibilidad de cada uno y su propia educación o las experiencias vividas, le llevan a sentir de una manera u otra la imagen del desnudo.

Luis Arturo Giménez, cuando me mostró las imágenes para que presentara su exposición, que luego serán un libro comentado, me explicaba que buscaba expresar la desnudez como la originalidad de la relación personal, y que va más allá incluso del vestido. Es decir, una relación de amor verdadero, ya sea con Dios, con otra persona, con los demás e incluso con uno mismo, ha de ser desnuda. Hay que comenzar quitándose las máscaras y las capas, que como una cebolla vamos acumulando a través de nuestra propia historia personal. El arte expresa esos sentimientos tan íntimos y delicados de esta manera concreta.

En pleno renacimiento, dentro de la Iglesia, había quizás otra interpretación del desnudo, sobre todo viendo la cantidad de piezas artísticas que embellecen las iglesias del mundo entero. Como muestra, la capilla Sixtina. Los mártires, casi siempre se presentan desnudos en el momento del tormento, ya sea porque fue así el martirio o porque el artista quería presentar la desnudez del que ofrenda su vida a Dios. Es lo más puro, entregar la vida por amor.

Cuando Cristóbal Colón, envía su primer informe, de la llegada a América, a sus patrocinadores Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, les dice: “Tan dócil y tan pacífica es la gente, que juro a sus Majestades que no hay en el mundo entero pueblo que sea mejor…y aunque anden desnudos, sin embargo, su comportamiento es decente y digno de alabanza”. Parece, por la descripción que hace, que estuviera de nuevo en el Edén, cuando nuestros primeros padres, andaban desnudos gozando de la luz divina.

También es una tarea de nuestro camino espiritual volver a recobrar una mirada limpia sobre todos y, sobre todas las cosas. La educación de la mirada, para recobrar como un niño la sencillez sin prejuicios, es un ejercicio que debíamos de hacer continuamente. Pues lo único que nos debe dejar desnudos es el amor y la muerte.

¡Ánimo y adelante!

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